Los bienes públicos globales y las Naciones Unidas


 Los bienes públicos globales y las Naciones Unidas


El mundo enfrenta en la actualidad una gran cantidad de desafíos, como la excesiva volatilidad financiera, el calentamiento global, el fantasma cada vez más presente de la escasez de tierra, agua y alimentos, la pérdida de biodiversidad, el “fin del petróleo”, el comercio internacional ilícito, que va acompañado de delitos y violencia, y la (in)seguridad cibernética. A esto se suma la persistencia de los problemas vinculados a la proliferación nuclear, las enfermedades transmisibles y la desigualdad global.

Estos desafíos no han pasado inadvertidos; muchos han figurado en las agendas nacionales e internacionales por décadas y la mayoría ha sido objeto de numerosos estudios y conferencias. Si bien actualmente entendemos en qué consiste la mayoría de estos problemas y estamos familiarizados con muchas respuestas políticas posibles, en ninguna de las áreas temáticas clave se percibe la inminencia de un avance político.

Con el propósito de efectuar un análisis y proponer soluciones para este estancamiento en materia de políticas, en este capítulo se aborda el tema desde la perspectiva de los bienes públicos globales. La principal razón para adoptar este enfoque es que los desafíos mundiales contemporáneos tienden a poseer las propiedades de un bien público global o al menos incluyen componentes que tienen que ver con la naturaleza de estos bienes.1 De acuerdo con las predicciones de la teoría económica estándar, cabe esperar que surjan problemas de acción colectiva y se registre un subabastecimiento asociado. Sin embargo, los problemas del tipo de los bienes públicos globales no son nuevos y la comunidad internacional ya ha lidiado con ellos con resultados bastante buenos. Basta pensar en la Ronda Uruguay de negociaciones comerciales multilaterales, el Protocolo de Kioto o la Convención sobre la Prohibición del Empleo, Almacenamiento, Producción y Transferencia de Minas Antipersonales y sobre su Destrucción, de 1997. Esto nos lleva a preguntarnos por qué no hay más cooperación internacional.

Un posible factor puede ser que los retos mundiales de nuestros días difieren, al menos en una parte importante, de los que debimos enfrentar en décadas anteriores. Otro factor se refiere al cambio en las relaciones internacionales de poder, que trae aparejado un desplazamiento en las relaciones entre los actores. Quizás ambos factores estén en juego y es posible que juntos hayan cambiado tanto las cosas que, para tener capacidad de respuesta, los sistemas de gobernanza requerirán más que simples ajustes periféricos. ¿Será precisamente esta necesidad insatisfecha de un cambio fundamental lo que está provocando los estancamientos?

Con esa pregunta como punto de partida, el análisis en este capítulo se divide en tres partes. En el apartado I se identifica lo que se necesitaría –en términos de requisitos de gobernanza– para enfrentar de manera más eficaz los problemas del tipo de los bienes públicos globales que se presentan en la actualidad. Sobre la base de cierta evidencia empírica, en el apartado II se analizará cómo se ha respondido hasta el momento a los requisitos de gobernanza identificados. En especial, se busca identificar si el hecho de que aún existan problemas sin resolver sólo se debe a que “aún no se ha llegado ahí” –esto es, a un retraso en el ajuste institucional– o si hay indicios de otros factores que impiden la resolución de los problemas que enfrentamos. En virtud de este análisis,en el apartado III se revisan las medidas que se podrían adoptar para establecer los vínculos que faltan y hacer que los sistemas de gobernanza estén más a tono con el mundo de hoy.

Del análisis presentado en los tres apartados surge que está en juego la totalidad de los factores mencionados. No hay duda de que los desafíos mundiales de la actualidad son diferentes. El mundo ha pasado de un período de “lanzamiento” de la globalización, junto con la promesa de más oportunidades económicas, a la era actual, donde las sendas de crecimiento tradicionales se presentan como insostenibles. Hoy en día a los Estados se les exige un “avance”, sobre todo en lo que respecta a externalidades transfronterizas. Esto suele conllevar difíciles ajustes, en un momento en que los equilibrios mundiales de poder están cambiando y alterando las relaciones entre los Estados, así como entre los actores estatales y no estatales.

Pese a todo, las principales causas de las fuertes crisis que se viven en la actualidad van más allá del cambio en la naturaleza de los retos mundiales y las relaciones de poder respecto de hace sólo unas décadas. Entre estas causas se encuentra la “paradoja de la soberanía”: al aferrarse a estrategias y nociones convencionales de soberanía que los llevan a mantenerse al margen de la cooperación internacional, incluso en áreas dominadas por la interdependencia, los gobiernos nacionales logran un efecto contrario al que buscan. De esta forma, los gobiernos nacionales debilitan su capacidad de formulación de políticas, especialmente en relación con las amenazas transnacionales, que no respetan el principio de no injerencia en los asuntos internos de un Estado, y socavan la misma soberanía que intentan proteger.

Como resultado de este comportamiento por parte de los Estados, las respuestas políticas dirigidas a los retos que se presentan en la actualidad son perceptibles y crecientes en número, pero tienen un alcance principalmente nacional y regional, o se dan por medio de iniciativas basadas en el mercado. Además, suelen estar a cargo de actores no estatales. En este sentido, se observa una desconcentración tanto vertical como horizontal de la gobernanza. Cabe destacar que las respuestas perceptibles en mucho casos aún son de naturaleza ad hoc y experimental, y faltan respuestas políticas con una coordinación global. Este análisis confirma la conclusión de Brown, que hace referencia a que el mundo está atrapado en la rutina y representa su propia versión global del “dilema del prisionero”,un universo donde ninguna de las grandes economías puede alcanzar el éxito sola, pero ninguna tiene suficiente confianza en otra como para apostar a la cooperación y la coordinación (Brown, 2013: 2).

Como se muestra en el apartado III, los vínculos críticos que faltan, y que es necesario implementar si el mundo desea escapar de esta rutina, son: a) la conceptualización y prueba de un fundamento compatible con la soberanía para una cooperación internacional eficaz y, a tales efectos, justa; y b) en virtud de la evidencia compilada, el establecimiento de un consenso mundial respecto de una noción de “soberanía inteligente”.

El concepto de “soberanía inteligente” reconoce que un solo país, cualquiera sea su poderío económico o militar, no puede resolver unilateralmente los desafíos actuales del tipo de los bienes públicos globales. Además de una acción internacional colectiva y multilateral, la mayoría de esos desafíos requiere la adopción de medidas correctivas a escala nacional por parte de muchos Estados, si no de todos. En áreas temáticas caracterizadas por esa interdependencia política, la cooperación internacional es de un certero interés de los Estados. Son casos en que la soberanía compartida es simplemente la estrategia más inteligente, porque, tanto a escala regional como mundial, tiene el potencial de permitir que la formulación de políticas coincida con los problemas que cruzan las fronteras y exigen una rápida solución.

La solución de estos problemas no sólo sería de gran ayuda a escala regional y mundial, sino que, al eliminar las externalidades negativas, eliminaría las restricciones de los gobiernos nacionales respecto de la formulación de políticas, con lo que fortalecería, en lugar de limitar, la capacidad de formulación de políticas a escala nacional. En otras áreas temáticas no interdependientes, los Estados podrían continuar apostando libremente a sus intereses nacionales particulares. Este sería un resultado inteligente.

Debido a que la soberanía de los Estados es reconocida por medio de las Naciones Unidas, esta sería la mejor organización para ofrecer un foro donde puedan llegar a un acuerdo sobre la definición precisa de soberanía inteligente y sobre cómo combinar sus deberes de gestión de la interdependencia, asociados a la provisión de bienes públicos globales, con el ejercicio de los derechos de formulación de políticas nacionales.

Como se indica en este capítulo, a los efectos de asumir con eficacia estas tareas y de ayudar a los Estados miembros a poner en práctica la noción de soberanía inteligente, también sería conveniente que se concretara una reforma de las Naciones Unidas, ya que es importante que incorpore una perspectiva mundial y transnacional a su estructura y su labor. Esto puede parecer contradictorio si se considera su estado y su propósito, pero hay que considerar que se trata de un órgano universal no tanto por el enfoque de su trabajo y los procesos, sino más bien por su amplia membresía. Hasta cierto punto, las Naciones Unidas abordan los problemas mundiales, pero lo hacen principalmente desde la perspectiva de un determinado país o región. Es mucho menos frecuente que aborden los problemas desde una perspectiva global,y todavía menos habitual que se preocupen por la coherencia y el equilibrio del conjunto de problemas que atraviesan el dominio público mundial. Esto debe cambiar, porque la suma de lo que los países están dispuestos a hacer con respecto a un problema mundial como el cambio climático puede no ser igual a lo que realmente puede ser necesario para mitigarlo. Por lo tanto, sería conveniente que las Naciones Unidas se convirtieran en un “organismo internacional” en dos sentidos: porque sus miembros provienende todo el mundo (todos los países están representados) y porque tienen el deber de alertarnos e impulsarnos a reconocer los límites planetarios y a promover la sostenibilidad a más largo plazo. A continuación se presenta un análisis más profundo de esta idea.


i. la provisión de bienes públicos globales: identificación de los requisitos de gobernanza clave involucrados

El término “gobernanza” se utiliza en el presente para referirse a los procesos y arreglos institucionales establecidos, así como a las medidas adoptadas en procura de un resultado político deseado. Por tratarse de herramientas, los arreglos de gobernanza deben ajustarse a un objetivo específico. Dicho de otra manera, deben tomar en cuenta la naturaleza de los problemas a tratar y las formas más convenientes y factibles de resolverlos en las circunstancias en que se presentan.

Como se indicó, muchos de los desafíos mundiales contemporáneos, si no la mayoría, poseen las propiedades de un bien público global o tienen componentes con estos atributos. En este contexto, entonces, primero es importante tener claro cuáles son los requisitos de gobernanza que plantean los bienes públicos globales, especialmente aquellos “estáticos”, que ocupan un espacio fundamental en las agendas nacionales e internacionales y que han quedado atrapados en escollos políticos. En segundo término, es necesario analizar cómo podrían enfrentarse los desafíos asociados a estos bienes públicos globales en medio de los cambios que hoy se presentan en las relaciones internacionales de poder, específicamente, la tendencia cada vez más notoria a la multipolaridad y el inseguro equilibrio de poderes entre los agentes estatales y no estatales.En las últimas décadas, ese equilibrio de poderes se ha inclinado a favor de los últimos, y sobre todo hacia los agentes del mercado mundial. Si se toman en cuenta las implicaciones de estos dos aspectos, se puede afirmar que una provisión adecuada de bienes públicos globales requeriría, como mínimo, arreglos de gobernanza que cumplan con las cuatro funciones que se detallan a continuación

función 1: evitar el riesgo de fallo de dos actores: estatal y no estatal Como se indica en el recuadro 1, la principal característica de los bienes públicos, incluidos los bienes públicos globales, es que su consumo es público, es decir que estos bienes pueden afectar a cualquiera o a todos, para bien o para mal. Esta característica plantea un riesgo importante en relación con la provisión de estos bienes porque puede tentar a los actores individuales a convertirse en polizones. Esto significa que los actores pueden ocultar sus verdaderas preferencias respecto de estos bienes y esperar a que otros den un paso y los provean. Entonces, cuando los bienes llegan al dominio público, los polizones también se benefician, y de forma gratuita.

Recuadro 1. Bienes públicos y bienes públicos globales4 La teoría económica estándar distingue dos categorías principales de bienes: bienes privados y bienes públicos. Los bienes privados son bienes que se pueden dividir y son excluibles, de modo que se pueden asignar a ellos derechos claros de propiedad. Los bienes públicos, por su parte, son bienes no excluibles, de modo que sus efectos (beneficios o costos) son compartidos por todos. Si un bien es no excluible y su consumo es no rival –de forma que el uso del bien por parte de una persona o el hecho de que una persona esté afectada por dicho bien no disminuye su disponibilidad para otros–, se dice que es un bien público puro. Son ejemplos de este tipo de bienes la paz y la seguridad. Si un bien tiene sólo una de estas características, es un bien público impuro. La atmósfera, por ejemplo,es no excluible, pero su consumo es rival, porque la contaminación sin límites puede cambiar la composición de los gases y contribuir al calentamiento global. El conocimiento farmacéutico patentado es un ejemplo de un bien no rival, cuyo uso, al menos por un período limitado de tiempo, ha sido excluible, de modo que también entra en la categoría de bienes públicos impuros.

Los efectos públicos de un bien pueden tener distinto alcance geográfico (local, nacional, regional o global) y pueden llegar a una o varias generaciones. Los bienes públicos globales son bienes cuyos beneficios o costos tienen un alcance prácticamente universal o pueden afectar a todos, en cualquier lugar. Junto con los bienes públicos regionales, conforman la categoría de bienes públicos transnacionales. Es importante destacar que, en el contexto actual, el término “bien” no tiene una connotación de valor. Se emplea como forma abreviada para los bienes o productos, así como para los servicios y las condiciones que existen en el dominio público. Asimismo, en la mayoría de los casos, la calidad de público o privado no es una propiedad innata de un bien, sino el resultado de una opción política o social. Por lo tanto,es importante distinguir entre la calidad pública potencial y de facto de un bien. Por ejemplo, todos pueden tener libre acceso a la tierra o esta puede estar limitada, lo que la vuelve excluible. La globalidad es una forma especial de lo público y, en la mayoría de los casos, también resulta de una opción política (por ejemplo, la decisión de promover el libre comercio o la liberalización financiera). Así, mientras que algunos bienes públicos globales son por naturaleza mundiales y públicos, como la luz del sol, muchos otros son fabricados por el hombre, como los sistemas internacionales de comunicación y transporte o los bienes para el control de las enfermedades transmisibles, la estabilidad financiera o la paz y la seguridad. Fuente: Elaboración propia sobre la base de Kaul y Mendoza (2003)Por ejemplo,todos pueden tener libre acceso a la tierra o esta puede estar limitada, lo que la vuelve excluible. La globalidad es una forma especial de lo público y, en la mayoría de los casos, también resulta de una opción política (por ejemplo, la decisión de promover el libre comercio o la liberalización financiera). Así, mientras que algunos bienes públicos globales son por naturaleza mundiales y públicos, como la luz del sol, muchos otros son fabricados por el hombre, como los sistemas internacionales de comunicación y transporte o los bienes para el control de las enfermedades transmisibles, la estabilidad financiera o la paz y la seguridad. Fuente: Elaboración propia sobre la base de Kaul y Mendoza (2003)Por ejemplo, todos pueden tener libre acceso a la tierra o esta puede estar limitada, lo que la vuelve excluible.La globalidad es una forma especial de lo público y, en la mayoría de los casos, también resulta de una opción política (por ejemplo, la decisión de promover el libre comercio o la liberalización financiera). Así, mientras que algunos bienes públicos globales son por naturaleza mundiales y públicos, como la luz del sol, muchos otros son fabricados por el hombre, como los sistemas internacionales de comunicación y transporte o los bienes para el control de las enfermedades transmisibles, la estabilidad financiera o la paz y la seguridad. Fuente: Elaboración propia sobre la base de Kaul y Mendoza (2003)La globalidad es una forma especial de lo público y, en la mayoría de los casos, también resulta de una opción política (por ejemplo, la decisión de promover el libre comercio o la liberalización financiera). Así,mientras que algunos bienes públicos globales son por naturaleza mundiales y públicos, como la luz del sol, muchos otros son fabricados por el hombre, como los sistemas internacionales de comunicación y transporte o los bienes para el control de las enfermedades transmisibles, la estabilidad financiera o la paz y la seguridad. Fuente: Elaboración propia sobre la base de Kaul y Mendoza (2003)La globalidad es una forma especial de lo público y, en la mayoría de los casos, también resulta de una opción política (por ejemplo, la decisión de promover el libre comercio o la liberalización financiera). Así, mientras que algunos bienes públicos globales son por naturaleza mundiales y públicos, como la luz del sol, muchos otros son fabricados por el hombre,como los sistemas internacionales de comunicación y transporte o los bienes para el control de las enfermedades transmisibles, la estabilidad financiera o la paz y la seguridad. Fuente: Elaboración propia sobre la base de Kaul y Mendoza (2003)mientras que algunos bienes públicos globales son por naturaleza mundiales y públicos, como la luz del sol, muchos otros son fabricados por el hombre, como los sistemas internacionales de comunicación y transporte o los bienes para el control de las enfermedades transmisibles, la estabilidad financiera o la paz y la seguridad. Fuente: Elaboración propia sobre la base de Kaul y Mendoza (2003)mientras que algunos bienes públicos globales son por naturaleza mundiales y públicos, como la luz del sol, muchos otros son fabricados por el hombre,como los sistemas internacionales de comunicación y transporte o los bienes para el control de las enfermedades transmisibles, la estabilidad financiera o la paz y la seguridad.

 

Fuente: Elaboración propia sobre la base de Kaul y Mendoza (2003)


Debido a que algunos actores sucumben a la tentación de convertirse en polizones, es probable que los mercados no puedan asegurar una provisión adecuada de bienes públicos. Teniendo en cuenta que el riesgo de la existencia de polizones tiende a aumentar con el número de actores involucrados, esta falla de mercado hace que los bienes públicos globales sean especialmente propensos al subabastecimiento.

Otro factor agrava el riesgo de subabastecimiento de bienes públicos globales: a escala nacional, el Estado puede intervenir y llegar a corregir fallas del mercado relacionadas con los bienes públicos debido a su exclusiva potestad de crear incentivos y hacer cumplir las normas. En el plano internacional, sin embargo, no hay un equivalente total de las instituciones estatales. Cuando operan a escala internacional, los Estados partes persiguen principalmente intereses nacionales, que pueden coincidir o no con los problemas mundiales. En este sentido, los Estados también son actores con intereses particularistas y cuasiprivados. En consecuencia, y como ha quedado demostrado en varios estudios sobre cooperación internacional, a menudo sucumben a la tentación de convertirse en polizones.

Esto implica que los problemas del tipo de los bienes públicos globales corren el riesgo de sufrir el fallo de dos actores: el mercado y el Estado.5 Por tanto, una de las funciones de la gobernanza debe ser evitar, o al menos minimizar, el riesgo de falla de esos dos actores ante la existencia de bienes públicos globales. Sobre todo es importante evitar el riesgo de falla del Estado porque a menudo es necesario contar con una cooperación multilateral eficaz para que los Estados puedan “controlar” los mercados globalizados, así como a ellos mismos.

función 2: promover la justicia mundial La Función 1 puede no ser suficiente para producir el nivel de participación voluntaria requerido para que la cooperación funcione bien en las condiciones multipolares actuales; esto es, sin la presión de ningún poder hegemónico o club de grandes poderes. En estas condiciones, un incentivo importante para que los actores se involucren en una iniciativa de política pública es la apropiación de la política, así como la justicia de los procesos y los resultados.

En virtud de las notorias diferencias y disparidades que existen en el mundo, probablemente la forma más factible de que las partes perciban la cooperación internacional como justa y legítima sea la justicia de los procesos. Esto supone que todas las partes interesadas tengan la oportunidad de dar su parecer en los temas que las afectan y, al mismo tiempo, buscar un equilibrio entre la representatividad y la eficacia en la toma de decisiones, algo que muchas veces resulta difícil de lograr. En el pasado se ha verificado una tendencia a establecer “clubes” –como el Grupo de los Siete (G7), el Grupo de los Ocho (G8) y ahora el Grupo de los Veinte (G20)– integrados por una cantidad limitada de Estados y justificados en virtud de su eficacia en la toma de decisiones. Esto plantea algunas inquietudes obvias respecto de la representatividad, pero el fracaso de las últimas iniciativas para tratar de negociar acuerdos internacionales sobre el cambio climático con una mayor participación de países deja entrever la probabilidad de que no se avance cuando en el proceso de toma de decisiones intervienen todos los países.

El riesgo de que surjan estancamientos políticos de este tipo debido a diferencias irreconciliables en las preferencias de las partes negociadoras podría reducirse si se conecta la justicia de los procesos con el pensamiento de suma positiva. Este último enfoque se caracteriza por la voluntad de buscar negociaciones que resulten beneficiosas para ambas partes y compartir las ganancias obtenidas mediante la cooperación entre las partes interesadas, tanto a escala nacional como internacional. Esto es de un certero interés para las partes porque, en las condiciones imperantes de apertura, los problemas sin resolver se mueven por el dominio público mundial y afectan de manera adversa y azarosa a distintos países y grupos de actores.

Estamos entonces en condiciones de identificar el segundo requisito de gobernanza: la promoción de la justicia de los procesos unida al pensamiento de suma positiva. Este requisito es particularmente fuerte y urgente en relación con los bienes públicos globales “estáticos”, cuyos problemas son difíciles de resolver porque suelen acarrear importantes implicaciones distributivas. Un claro ejemplo es el calentamiento global. En este caso, la dificultad para lograr una buena negociación se ve opacada sólo por su absoluta necesidad. La cooperación internacional requerida para estos bienes públicos globales “estáticos” debe diseñarse de modo que desde el comienzo sea compatible con los incentivos, es decir, que rápidamente debe comenzar a dar réditos ya sea económicos, políticos o de otro tipo.

función 3: facilitar la gestión de temas globales Si bien el consumo público es la característica que define a un bien público, muchos bienes también son de provisión pública: requieren que los actores estatales o no estatales que deseen modificar la forma o el estado de provisión de ese bien público busquen la cooperación de otros. De este modo, la interdependencia que generan los bienes públicos globales tiene dos dimensiones: la interdependencia de consumo y la de provisión.

Esta idea de interdependencia de provisión es especialmente importante en el caso de los bienes públicos globales (en relación con los bienes públicos en el nivel local, por ejemplo), porque en su provisión intervienen varios actores, varios sectores y, lo que es más importante, varios niveles. Como se observa en el diagrama 1, este tipo de bienes surge de un proceso sumatorio. Las medidas políticas nacionales y los resultados –ofrecidos de manera concertada internacionalmente– suelen ser las piezas fundamentales y, si es necesario, se complementan con piezas internacionales, como un acuerdo en que se define el objetivo compartido o una organización mediante la cual las partes llevan adelante iniciativas conjuntas.


1. Incentivos: Alentar a los actores a ofrecer aportes directos e indirectos o a cambiar su comportamiento en virtud de las preocupaciones sociales, 2. Oportunidad: Ofrecer a hogares y empresas la posibilidad de consumir bienes y servicios que generen externalidades que mejoren la provisión del bien público, 3. Demanda de cooperación internacional: Reflejar las preferencias nacionales para la cooperación más allá de las fronteras, 4. Presión política: Influir en los gobiernos para que financien o suministren bienes, 5. Consumo: Consumir bienes y servicios disponibles para mejorar la provisión del bien público, 6. Coerción: Obligar a particulares y empresas a cambiar su comportamiento en virtud de las preocupaciones sociales, 7. Externalidad: Emerger como resultado de la acción individual.

Fuente: Elaboración propia sobre la base de Kaul y Conceição (eds.) (2006).


Así, la gestión eficaz de los temas y la orientación a los resultados, es decir, que efectivamente se produzca el bien deseado de forma integrada y transnacional, puede considerarse una tercera función clave de la política pública mundial. En términos de arreglos de gobernanza, esto implica reconocer las vías de provisión de los bienes públicos globales como uno de los dos nuevos espacios mundiales de interdependencia política: el espacio de temas globales. Este espacio de temas globales cubre parcialmente los espacios políticos establecidos hace tiempo y definidos por criterios geográficos, sector económico y grupo actor. En muchos casos, enfrentar un reto mundial requiere aportes de estos otros ámbitos. A su vez,esto puede requerir la presencia de un administrador de temas o de una institución de base para facilitar la reunión de los distintos aportes, tanto a nivel nacional como internacional. A modo de ejemplo, para controlar una enfermedad como la tuberculosis no sólo hay que reforzar el sector de la salud, sino que también puede ser necesario contar con aportes de políticas en áreas como información y educación pública, ciencia y tecnología o reglamentación del comercio internacional. Hay que tomar decisiones sobre estos aportes y agruparlos a escala nacional e internacional. Por lo tanto, deben existir arreglos para la “gestión de temas globales” en esas dos dimensiones, y en las áreas tanto política como operativa de la formulación de políticas.para controlar una enfermedad como la tuberculosis no sólo hay que reforzar el sector de la salud, sino que también puede ser necesario contar con aportes de políticas en áreas como información y educación pública, ciencia y tecnología o reglamentación del comercio internacional. Hay que tomar decisiones sobre estos aportes y agruparlos a escala nacional e internacional. Por lo tanto, deben existir arreglos para la “gestión de temas globales” en esas dos dimensiones, y en las áreas tanto política como operativa de la formulación de políticas.para controlar una enfermedad como la tuberculosis no sólo hay que reforzar el sector de la salud, sino que también puede ser necesario contar con aportes de políticas en áreas como información y educación pública, ciencia y tecnología o reglamentación del comercio internacional. Hay que tomar decisiones sobre estos aportes y agruparlos a escala nacional e internacional. Por lo tanto, deben existir arreglos para la “gestión de temas globales” en esas dos dimensiones, y en las áreas tanto política como operativa de la formulación de políticas.Hay que tomar decisiones sobre estos aportes y agruparlos a escala nacional e internacional. Por lo tanto, deben existir arreglos para la “gestión de temas globales” en esas dos dimensiones, y en las áreas tanto política como operativa de la formulación de políticas.Hay que tomar decisiones sobre estos aportes y agruparlos a escala nacional e internacional. Por lo tanto, deben existir arreglos para la “gestión de temas globales” en esas dos dimensiones, y en las áreas tanto política como operativa de la formulación de políticas.

Una importante función de la gestión de temas globales sería poner el foco político en temas muy poco tratados y facilitar que realmente se pueda “llegar a lo bueno”: ayudar a identificar posibles soluciones para avanzar allí donde hay un estancamiento o acelerar las cosas cuando se aproximan a límites críticos.

función 4: promover un dominio público mundial equilibrado y coherente Junto al espacio de temas globales hay otro espacio global de interdependencia política nuevo, que debería tomarse en cuenta para alcanzar el objetivo de promover un desarrollo y un crecimiento mundial más sostenibles: el dominio público mundial. Se trata de la superposición del conjunto de efectos públicos que se extiende por todo el mundo.

6 El otro nuevo espacio mundial de interdependencia política –el dominio público mundial– ya ha sido mencionado y se describe con más detalle junto con la Función 4 a continuación

Sus principales componentes son los bienes públicos globales, así como las relaciones que existen entre ellos, por ejemplo, las relaciones entre la salud mundial y los aspectos de los derechos de propiedad intelectual relacionados con el comercio (ADPIC), o aquellas entre la mitigación del cambio climático y la reducción de la pobreza en el mundo.

El dominio público mundial requiere supervisión y liderazgo desde cuatro perspectivas centrales, cada una de las cuales suscita preocupaciones únicas.

Primero está el tema de la titularidad de los bienes públicos globales prioritarios que incluye este dominio. Como se mencionó, el mundo ha estado –y sigue estando– marcado por notorias diferencias y disparidades, y puede ocurrir que la composición del dominio público mundial beneficie de manera desproporcionada, o principalmente, a los grandes poderes convencionales, exacerbando las disparidades entre países mediante la provisión sesgada de bienes públicos globales. 

En segundo lugar, varios bienes públicos globales han ingresado al dominio público mundial en distintos momentos, debido a determinados problemas específicos o cambios en el pensamiento económico, así como a la evolución de los equilibrios mundiales de poder. Además, la provisión de estos bienes ha sido ampliamente negociada en distintos lugares y por distintos grupos de actores, por lo que entre ellos pueden existir conflictos. Como resultado, se ven afectadas la igualdad y la eficiencia mundial global y se limitan las oportunidades para el progreso.

7 En este artículo, la denominación “dominio público mundial” hace referencia a una “variable de stock”, en concreto, al conjunto de bienes públicos mundiales naturales y fabricados por el hombre, incluidos los bienes públicos mundiales intermedios, como las organizaciones internacionales o las normas y estándares, y los bienes públicos mundiales finales, como la estabilidad financiera internacional, la paz y la seguridad, la preservación de la biodiversidad o el control de las enfermedades. O sea que se trata de bienes que realmente pueden contribuir a nuestro bienestar si se realiza una adecuada provisión, o afectarlo de manera negativa si no se proveen en cantidad suficiente. Otros autores (como Ruggie, 2004) han utilizado el término para referirse a una “variable de flujo”,relacionada de modo directo al proceso de toma de decisiones de múltiples actores en relación con temas globales, una dimensión incluida en este artículo en la Función 2, esto es, el requisito de un proceso de toma de decisiones más abierto, participativo y justo, un requisito que se observa como resultado, en parte, del cambio de equilibrio entre los actores estatales y no estatales, pero también, y más importante aún, como se muestra en el diagrama 2, de la naturaleza de los mismos problemas mundiales (su carácter transnacional o, dicho de otro modo, su uso público global) y su estado de provisión real.del cambio de equilibrio entre los actores estatales y no estatales, pero también, y más importante aún, como se muestra en el diagrama 2, de la naturaleza de los mismos problemas mundiales (su carácter transnacional o, dicho de otro modo,su uso público global) y su estado de provisión real.del cambio de equilibrio entre los actores estatales y no estatales, pero también, y más importante aún, como se muestra en el diagrama 2, de la naturaleza de los mismos problemas mundiales (su carácter transnacional o, dicho de otro modo, su uso público global) y su estado de provisión real.

En tercer término, los problemas mundiales sin resolver están comenzando a interactuar y a formar grupos de riesgo. A medida que crece la lista de problemas pendientes, también aumenta la complejidad, la intensidad y el potencial impacto de los grupos de riesgo. Dado el alto grado de interconexión global que se verifica en la actualidad, si los grupos estallan, los “escombros” podrían esparcirse rápidamente por todo el mundo y provocar varias catástrofes.

Por último, como sugieren los tan mentados conceptos de “economía verde” y “sostenibilidad”, el mundo se acerca rápidamente a puntos críticos, como el límite de calentamiento global de dos grados, el “fin del petróleo” y los alarmantes índices de desigualdad. En otras palabras, es imperativo reformular con rapidez, de preferencia en la próxima década, los paradigmas familiares de crecimiento y desarrollo.

En la era contemporánea posterior a 1945, la fase actual de globalización difiere mucho de la fase previa al año 2000, en que se pidió a los Estados que ayudaran a generar bienes públicos globales que promovieran la apertura económica y la integración transfronteriza de los mercados. En esta etapa de lanzamiento, a menudo desenfrenado, de la globalización, los Estados prestaron atención a ese pedido, en parte por la promesa asociada de un mayor acceso a nuevas oportunidades a escala mundial y, en parte, porque fueron empujados a cumplir por las grandes potencias occidentales, que actuaron como importantes motores de la globalización. En oposición, hoy en día experimentamos una fase de “avance” de la globalización, caracterizada por una limitación de externalidades y una reevaluación de los paradigmas de crecimiento.Se pide a los Estados que acepten limitaciones a las libertades políticas nacionales que han disfrutado hasta el momento, porque estas han estado unidas a costosas crisis y aparecen como insostenibles a más largo plazo. Las primeras señales de alarma ya se han dejado sentir, en forma de pautas meteorológicas mundiales más volátiles y de un creciente descontento social. Si los Estados desean mantener, en forma individual y colectiva, una amplia gama de libertades y opciones políticas, este es el momento de hacer los cambios necesarios. Deben pensar en términos de avance en cuanto a las externalidades transfronterizas que emanan de decisiones políticas insostenibles. Si se opta por mantener todo como hasta ahora, estas vías de políticas pueden conducir a catástrofes mundiales.

Por lo tanto, el cuarto requisito de gobernanza impulsado por los problemas actuales es la gestión de oportunidades y el riesgo sistémico mundial, diseñada para desarrollar un funcionamiento y una estructura equilibrados del dominio público mundial.

En el diagrama 2 se resume lo expuesto en forma gráfica. Se relacionan las seis variables consideradas con las cuatro funciones de gobernanza identificadas, que deben ponerse en funcionamiento para lograr la adecuada provisión de los bienes públicos globales necesarios. Las variables 1 y 2 se relacionan con las propiedades básicas de los bienes públicos globales, las variables 3 y 4 hacen referencia al estado de provisión actual de los bienes públicos globales, y las variables 5 y 6 reflejan características clave del contexto político global actual en que debe tener éxito la provisión de los bienes públicos globales requeridos. Como se puede observar, cada función responde a múltiples demandas políticas. Además, es probable que cada una refuerce la efectividad de las otras.Esto significa que la provisión de bienes públicos globales se vería fortalecida si las funciones se unieran para formar un enfoque de políticas coherente.


La sección II se basa en la cuestión de si encontramos evidencia empírica del desempeño de estas funciones pronosticadas, y si la vemos, qué forma operativa adoptan y quién las realiza.


ii. la provisión de bienes públicos globales en la práctica 

Una rápida revisión de la reciente práctica política en áreas de temas globales revela muchas iniciativas que ejemplifican una o más de las cuatro funciones requeridas para la gobernanza. Esto no significa que estas iniciativas se estén poniendo en práctica especialmente para cumplir con las funciones de gobernanza identificadas en el apartado I. De hecho, es muy probable que esto no sea lo que está ocurriendo, porque la noción de bienes públicos globales aún no se encuentra plenamente establecida y todavía carecemos de una conceptualización sistemática de las políticas públicas mundiales. Pese a todo, aparentemente se están reconociendo los requisitos de gobernanza que plantean los bienes públicos globales de nuestros días y se está respondiendo a ellos, mediante un proceso de múltiples actores y niveles, que está plagado de iniciativas.

Muchas de estas iniciativas, sin embargo, todavía aparecen como de naturaleza ad hoc, no coordinada y, a menudo, experimental. Por lo tanto, si bien acontecen muchas cosas, en el patrón actual de respuestas suele faltar una estrategia multilateral coordinada, un aspecto “global”. Esto se vincula con la observación de que los gobiernos a menudo se encuentran entre las partes que se rehúsan a participar en el campo de la cooperación internacional. 

Antes de formular una descripción más detallada del patrón actual de respuestas, consideremos algunas de las evidencias para las iniciativas de políticas pertinentes. En este análisis se volverá sobre las cuatro funciones de gobernanza identificadas en el apartado I:

  • Función 1: Evitar el riesgo de falla de dos actores: estatal y no estatal. 
  • Función 2: Promover la justicia mundial. 
  • Función 3: Facilitar la gestión de temas globales. 
  • Función 4: Promover un dominio público mundial equilibrado y coherente.
evidencia de la función 1 

evitar el riesgo de falla de dos actores: estatal y no estatal En el período posterior a 1990, se registró un notorio aumento de las actividades dirigidas a controlar y evaluar el desempeño de los países (principalmente de sus gobiernos) en una variedad cada vez más amplia de áreas temáticas. Según Bandura (2011), a comienzos de 2011 existían unas 300 mediciones del desempeño.

Los propios gobiernos se observan más unos a otros mediante el control y la evaluación mutua del cumplimiento a escala nacional de los acuerdos internacionales. Este control abarca desde la supervisión del progreso de los países hacia el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y el respeto de los derechos humanos, hasta iniciativas destinadas a controlar el terrorismo internacional, frenar las emisiones de gases de efecto invernadero y hacer frente a la excesiva volatilidad financiera. De hecho, muchas organizaciones intergubernamentales han reforzado sus actividades de vigilancia y se han concentrado especialmente en el manejo de los efectos secundarios por parte de los Estados. Aquí se pueden mencionar, por ejemplo,los informes nacionales en virtud de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y el Reglamento Sanitario Internacional de la Organización Mundial de la Salud, así como el control de los efectos secundarios a nivel financiero por parte del Fondo Monetario Internacional.

Además, los Estados están sujetos a un mayor control, revisión y calificación por parte de actores no estatales, incluidas organizaciones de la sociedad civil como Amnistía Internacional o Transparency International, de inversionistas y agentes de comercio internacionales, y por último, pero no por ello menos importante, de agencias calificadoras del riesgo soberano

Según Keohane (2012), el moralismo y el legalismo, así como la legalización, han ido en aumento en el período posterior a 1990. Entre los indicios de esta tendencia se encuentra el mayor uso de sanciones por parte del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, la nueva norma de Responsabilidad de Proteger, la creación de la Corte Penal Internacional y el órgano de apelación permanente de la Organización Mundial del Comercio (OMC). La condicionalidad que va unida a la ayuda externa también se ha incrementado y en muchas ocasiones sirve como instrumento para lograr que los países cumplan con lo pautado.

Sin embargo, con la excepción del órgano de apelación permanente de la OMC, la mayoría de las medidas coercitivas se aplica a países en desarrollo, principalmente a Estados fallidos o que están en vías de serlo. Entre los países con mayor grado de desarrollo económico, las evaluaciones mutuas tienden a adoptar una forma más moderada y, en la mayoría de los casos, cuando se encuentra un incumplimiento, sólo se verifican expresiones de preocupación por parte de otros Estados.

Si bien se está intensificando la presión sobre los actores estatales para que cooperen, son los actores no estatales los que se muestran más dispuestos a dar a conocer sus preferencias y a contribuir con los bienes públicos globales. Uno de los indicadores de esta mayor disposición es la creciente cantidad de individuos y asociaciones que trabajan en iniciativas de promoción a nivel mundial y de responsabilidad social empresarial, y en el establecimiento voluntario de estándares y normas, así como la creación de fundaciones privadas que apoyan objetivos de políticas públicas globales y la dedicación voluntaria de tiempo, conocimiento y experiencia. La demanda y producción de bienes privados “verdes”, “seguros” o “de precio justo” también es una prueba del deseo de contribuir (Granville y Dine, 2013; Hale y Held, 2011; Willetts, 2011).Con el paso del tiempo, algunas normas van cobrando impulso a nivel mundial y forman un marco normativo sólido y compartido que guía y coordina el comportamiento de los actores individuales, en especial de los no estatales, que pueden tener menos fijación territorial y más identidad global que los actores estatales (véanse, por ejemplo, Finnemore y Sikkink, 1998; Sen, 2006).

No obstante, como queda demostrado en la excesiva toma de riesgos, muchos actores del sector privado todavía prestan poca o ninguna atención a las externalidades de las acciones que llevan a cabo. Como se ha mostrado en el seguimiento de la crisis financiera de 2008, la actitud vacilante de los gobiernos en materia reglamentaria suele ser la que permite la continuidad de estas acciones (este punto se discute más en profundidad en la revisión de evidencia de la Función 4). En otras palabras, la falla del Estado a menudo precede a la del mercado.

En suma, se constata que algunos actores estatales y no estatales están reconociendo la existencia de polizones en relación con los bienes públicos globales y están respondiendo en consecuencia. Sin embargo, en lo que respecta a la reducción del riesgo de fallo del Estado, los resultados son limitados, en especial en el momento actual, cuando muchos de los países industrializados se encuentran muy endeudados. Por sus débiles posiciones financieras, estos dependen de los actores del mercado, algunos de los cuales prefieren que haya menos, y no más, intervenciones gubernamentales, como revela un análisis de las mediciones del desempeño identificadas por Bandura (2011). En este contexto de recursos limitados y dependencia de los actores del mercado, la decisión de no cooperar será, en muchos casos, y desde una perspectiva de corto plazo, la opción política menos costosa y, por lo tanto, la preferida de los gobiernos nacionales. Se está optando por este camino no sólo para cumplir con las expectativas del mercado, sino también porque una evaluación poco profunda indica que permite a los Estados mantener una soberanía nacional no comprometida y “sin ataduras”.

Como resultado, los papeles de los actores estatales y no estatales se han desdibujado. Los dos tipos de actores suelen fracasar cuando de bienes públicos globales se trata y, en ocasiones, ambos intervienen para empujar a otros a la acción. De todos modos, considerando el estado actual de la provisión de bienes públicos globales, debemos asumir que la amplia mayoría de los actores sólo intervienen en virtud de sus intereses particulares, ya sean privados (actores del mercado) o públicos (gobiernos nacionales), y que ningún actor ha desarrollado un total sentido de responsabilidad respecto de los bienes públicos globales ni la capacidad de garantizar su adecuada provisión.

evidencia de la función 2 
promover la justicia mundial

Al analizar en primer lugar la dimensión de proceso de la justicia mundial, se observa con claridad que ha pasado la etapa de la cooperación internacional relativamente cerrada y “controlada por el Estado”, como ya se expuso. Este cambio no ocurrió porque un organismo internacional o un líder mundial haya tomado la decisión deliberada de promover una mayor participación de los actores no estatales, o, en todo caso, esa no fue la única causa. Antes bien, ha sido un proceso participativo (Kaldor, Selchow y Moore, 2012). Con el transcurso del tiempo, más actores no estatales han comenzado a participar y a conectarse en el ámbito internacional, buscando vías de consulta con organizaciones multilaterales y estableciendo sus propias plataformas, como el Foro Económico Mundial y el Foro Social Mundial. Si bien las credenciales democráticas de las organizaciones de la sociedad civil aún plantean ciertos inconvenientes, la mayoría de las organizaciones multilaterales ya ha institucionalizado canales de consulta con la sociedad civil (Scholte, 2010).

Al igual que los actores no estatales, los países en desarrollo tampoco se sentaron a esperar que las potencias convencionales les otorgaran una voz más destacada en las organizaciones multilaterales. Ellos también crearon sus propias asociaciones, incluidos centros de cooperación regionales y para temas específicos, así como sus propios foros de lide­razgo, como las cumbres de los países del grupo BRICS,8 y han logrado influir en las agendas internacionales y en los resultados de ciertas negociaciones (véanse, por ejemplo, PNUD, 2013; De Lombaerde, Baert y Felício, 2012).

Cabe destacar, sin embargo, que en el caso de los países en desarrollo el resultado ha sido diferente del de los actores no estatales. Mientras que los últimos han podido aumentar notoriamente su poder para hacerse oír en el escenario mundial, los primeros sólo han logrado modestos incrementos en su capacidad de toma de decisiones en las organizaciones multilaterales. Entre los ejemplos se incluyen la reforma de las cuotas del Fondo Monetario Internacional (FMI, 2014) y la participación en el G20, que, como sostienen algunos analistas, refleja la creciente importancia de una forma institucionalizada de diálogo más amplio, en un momento en que algunos países en desarrollo crecen hasta adquirir un peso económico sistémico o casi sistémico (Vestergaard y Wade, 2011: 1).}

Algunos casos incluso van contra la tendencia general de la leve expansión de la capacidad de toma de decisiones de los países en desarrollo. Se ha registrado, por ejemplo, un cambio en los grandes países industrializados, que recientemente han mostrado preferencia por grupos de negociación informales y más pequeños, como el grupo de Afganistán y Pakistán (AfPak) y la Coalición Clima y Aire Limpio (CCAC), así como por el bilateralismo (Skidmore, 2012; OMC, 2011). No resulta sorprendente constatar que las negociaciones multilaterales clave cada vez son menos sólidas. Basta pensar en la Ronda de Doha de negociaciones comerciales multilaterales o en las conferencias mundiales sobre el cambio climático celebradas en Copenhague, Cancún y Durban.

Sin embargo, la cooperación internacional, en forma de armonización política transfronteriza, parece ir en aumento tanto por parte de los países en desarrollo como de los países industrializados. Los problemas mundiales reciben respaldo a escala nacional y se los toma en cuenta en la formulación de políticas nacionales. Esto ocurre sobre todo cuando esas medidas producen cobeneficios nacionales “inmediatos”, como suele ocurrir en las áreas de mitigación del cambio climático y seguridad energética (véase, por ejemplo, REN21, 2013), y cuando se puede adoptar una estrategia de bienes privados basada en el mercado para enfren,tar los problemas mundiales, lo que promete nuevas oportunidades de crecimiento (OIT/OCDE, 2012; OCDE, 2012).

De modo que, según parece, actualmente somos testigos de una multiplicación de centros y, con ello, de una creciente desconcentración, e informalización, de la toma de decisiones sobre los retos mundiales. Esto incluye un mayor grado de responsabilidad e iniciativa por parte de los actores no estatales y el hecho de que a menudo se salteen las organizaciones convencionales. Dos fuerzas principales parecen estar impulsando esta tendencia: el avance del desarrollo y la creación de capacidad nacional en el Sur y la mayor aceptación de la asociación público-privada. De hecho, las bases de las relaciones internacionales han cambiado. El modelo convencional de una toma de decisiones hegemónica, muy centralizada y basada en el Estado está sufriendo una desconcentración gradual, tanto vertical como horizontal.

En la medida en que este cambio sea ad hoc, además de formar parte de una estrategia deliberada de subsidiaridad vertical y horizontal, podría tener importantes efectos positivos y dar a distintos grupos de actores un mejor espacio político. De momento, los procesos de desconcentración parecen ocupar el lugar de los acuerdos multilaterales, quizás incluso como un escape de estos acuerdos.

En lo que respecta a la segunda dimensión de la justicia mundial –la búsqueda de negociaciones de cooperación de beneficio mutuo–, prácticamente no hay señales de un pensamiento de suma positiva ni de estrategias en las que todos ganen. Las potencias convencionales, y sobre todo los Estados Unidos, ya no están tan dispuestos a “pagar la cuenta” de la cooperación internacional, mientras que las nuevas potencias emergentes aún no están preparadas para ocupar el vacío que dejan las primeras (Ikenberry, 2008; Skidmore, 2012). Además, el alejamiento del multilateralismo supone más problemas sin resolver y menos evidencia y argumentos para que los encargados de formular las políticas puedan convencer a sus electores sobre los méritos de la cooperación internacional. Esta se está volviendo una tarea muy difícil en muchos países ricos, a medida que la noción de “liberalismo enraizado” se diluye y la desigualdad aumenta (Stiglitz, 2013; Ruggie, 1997). De hecho, algunos analistas (por ejemplo, Bremmer, 2012; Rachman, 2010) advierten que no nos encaminamos hacia un mundo de suma positiva, sino que nos alejamos de este.

En suma, de forma lenta y vacilante se están reconociendo la cooperación y la interdependencia política que requieren los bienes públicos globales.

evidencia de la función 3 
facilitar la gestión de temas globales 
Las tendencias a la pluralidad de actores y la desconcentración de la cooperación internacional quizás sean incluso más pronunciadas en el terreno operativo de la cooperación internacional que en el terreno de preparación de la agenda y toma de decisiones. 

Lo más asombroso es la proliferación de mecanismos de financiamiento y suministro para un único tema desde la década de 1990, como la Alianza Global para las Vacunas y la Inmunización (GAVI) y el Grupo de Acción Financiera (GAFI) (Conceição, 2006; Reisen, 2010). Una importante fuerza impulsora detrás de esta tendencia ha sido el estímulo para que los actores del sector privado tengan un papel más preponderante en la cooperación internacional, incluso a través de nuevos e innovadores métodos para aprovechar el financiamiento privado y la creación de incentivos para que las empresas privadas participen en iniciativas de producción a favor de los pobres. De la sociedad civil y el fortalecimiento de su participación internacional provino otro impulso para el auge de los mecanismos para un único tema. Por último,una tercera fuerza motriz ha sido la toma de conciencia de que algunos procesos de suministro del tipo sumatoria –como la erradicación de la polio o el control del terrorismo– incluyen “vínculos débiles” que requieren un apoyo dirigido para que pueda surgir lo bueno (Kaul y Conceição, 2006).

Asimismo, mientras que las iniciativas de ayuda externa tradicionalmente se han basado en relaciones bilaterales entre países, en condiciones de apertura e interdependencia política, hoy se hace más énfasis en “combatir” de manera dirigida algunas externalidades específicas, como un determinado tipo de enfermedad o contaminación.

Aunque estas variedades de gestión de temas globales son importantes y pueden contribuir a reforzar la orientación a resultados, únicamente atañen a determinados subcomponentes de los bienes públicos globales. Para entender este punto, basta pensar que, si bien un nuevo cultivo resistente a las sequías puede ser un aporte esencial para mejorar la seguridad alimenticia, para alcanzar el objetivo global se necesitará mucho más que este aporte.

De a poco parece tener más valor la importancia de supervisar la provisión de bienes públicos globales de manera más holística y consolidada. El Secretario General de las Naciones Unidas, por ejemplo, ha designado a varias personalidades destacadas como sus Representantes Especiales en temas de interés mundial. Sin embargo, hasta la fecha su papel se ha limitado principalmente a una promoción esporádica.

De modo similar, los Estados están designando “embajadores temáticos” como diplomáticos asignados no a países sino a temas, como el VIH/sida, el cambio climático, la energía, el comercio multilateral o los derechos humanos. Como resultado, han surgido redes transnacionales específicas de un tema, integradas por funcionarios de gobierno (Slaughter, 2004; Hale y Held, 2011; Reinicke, 1998). Entre los ejemplos se incluyen el Consejo de Estabilidad Financiera y la Asociación Internacional de Inspectores de Seguros. Aun así, los arreglos institucionales nacionales que permiten abordar los temas globales de manera integral todavía son escasos, tanto en el terreno legislativo como ejecutivo de la formulación de políticas.

En consecuencia, temas como la seguridad energética mundial, la estabilidad financiera y la salud pública internacional en gran parte aún son abordados en forma muy fragmentada (como lo muestran Dubash y Florini, 2011; Davies, 2010; Kickbusch y Gleicher, 2013).

No debe sorprender, por tanto, que pese a las incontables y muy valiosas iniciativas práctico-políticas implementadas en todos los niveles, aún se registre un subabastecimiento de muchos de estos bienes. Esto se nota al observar las iniciativas de gestión de riesgos y desastres que se están estableciendo en diversas áreas temáticas, incluido el Sistema del OIEA para preparación y respuesta ante emergencias radiológicas y nucleares, el trabajo del Fondo Monetario Internacional en materia de vigilancia y creación de capacidad nacional para el manejo de los efectos secundarios y la Plataforma Mundial para la Reducción del Riesgo de Desastres de las Naciones Unidas y la Alerta y Respuesta Mundiales (GAR) de la Organización Mundial de la Salud. Además, como puede observarse en una búsqueda en Google,la gestión de riesgos se ha convertido en una pujante área de negocios.

Es interesante notar que la gestión y prevención reactiva de la crisis despierta una mayor atención y voluntad de actuar que la inversión proactiva en una cooperación internacional justa y eficaz, necesaria para resolver los persistentes problemas mundiales. Una razón puede ser que el manejo de la crisis suele abordarse con un fuerte enfoque en el país, centrado en “la construcción de resiliencia nacional”. La solución de los problemas pendientes requiere más multilateralismo, específicamente, un agente u organización de base que haga que todos los actores involucrados den un paso más para superar los obstáculos que representan sus intereses nacionales o individuales y hagan lo que sea necesario para llegar a lo bueno. Que esto no esté ocurriendo puede deberse, en parte,al escaso reconocimiento del carácter transnacional de la vía de provisión de los bienes públicos globales.

El problema es que en algunos casos se percibe la ausencia no sólo de la gestión de temas globales mencionada anteriormente, sino también de cualquier enfoque en el dominio público mundial, como se detalla a continuación.

evidencia de la función 4 
Cuando sobrevino la crisis financiera de 2008, se estableció el G20 como el principal foro mundial para la cooperación económica internacional y se le asignó la tarea de evitar el riesgo de una depresión mundial. La conformación del G20 ha constituido un gran paso hacia el reconocimiento del dominio público mundial y el fenómeno del riesgo sistémico global. Sin embargo, la voluntad de los Estados miembros de cooperar para enfrentar la crisis financiera se ha debilitado con el transcurso del tiempo. Esta conclusión puede no resultar tan drástica si se considera que a la hora de evaluar el desempeño del G20 hay que tener en cuenta que lo que se hizo en el bienio 2008-2009 fue excepcional y que los siguientes pasos sin duda serían de menor intensidad (Pisani-Ferry, 2012: 33). Además, como recuerdan Kharas y Lombardi, el G20 no es un órgano operativo.Su labor consiste en ayudar a construir un consenso mundial y ofrecer el impulso político necesario para que otros actúen. En virtud de estos factores de mitigación, los autores estiman que el G20 se presenta –al menos en este momento– como “la mejor opción disponible” para la gobernanza económica mundial (Kharas y Lombardi, 2012: 16).promover un dominio público mundial equilibrado y coherente-

Si bien esto puede ser cierto, la realidad es que el G20 aún no ha atendido varios temas que se esperaría que el “principal foro para la cooperación internacional” abordara.

Por ejemplo, cabría esperar que los líderes del G20 trabajaran más para que los principales actores del sector financiero se muevan con rapidez para desarrollar una arquitectura financiera internacional a prueba de crisis. Sin embargo, aún hay muchos obstáculos que impiden el desarrollo mayor, como la reglamentación financiera mundial y el establecimiento de un mecanismo para garantizar políticas macroeconómicas concordantes entre las principales economías y de una verdadera moneda de reserva mundial (Brown, 2013; Griffith-Jones y Ocampo, 2012).

La presión de actuar quizás sea incluso más importante en el área del calentamiento global. Pese a la acelerada multiplicación de las llamadas de advertencia provenientes de informes como el que detalla por qué hay que evitar que la temperatura de la Tierra aumente cuatro grados (Instituto de Investigación sobre el Impacto del Clima de Potsdam, 2012), la acción multilateral decisiva para la mitigación y adaptación al cambio climático todavía se encuentra paralizada, al menos a escala mundial. Básicamente lo mismo ocurre en lo que respecta a la desigualdad de oportunidades (Stiglitz, 2013) y la necesidad de contar con un nuevo paradigma de desarrollo y crecimiento, más sostenible e inclusivo, como se mostró en la Conferencia Río+20 en 2012 (Hale y Held, 2011; Khor, 2012).

Incluso algunos problemas más “limitados” siguen sin resolverse, como las continuas inconsistencias entre el régimen de derechos de propiedad intelectual, por una parte, y metas como la de promover la difusión de tecnología limpia y tecnologías médicas y farmacéuticas críticas, por la otra (Abbott, 2009; Brandi y Pegels, 2010; Kickbusch y Gleicher, 2013).

En las deliberaciones del G20 prácticamente no se escuchan ideas sobre cómo el mundo podría aprovechar su amplia base de conocimiento, tecnología y riqueza para crear una vida mejor para todos. Estas incluyen la cuestión de los bienes públicos globales “faltantes”, por ejemplo, una verdadera moneda de reserva mundial (Ocampo, 2010) o una reserva mundial bien provista de tecnologías esenciales para la salud y el medio ambiente. Tampoco se discute sobre el equilibrio deseable  entre lo público y lo privado, ni entre lo nacional, regional y mundial.

La conciencia respecto de los riesgos sistémicos mundiales es cada vez mayor, pero a nivel práctico-político, los sistemas de vigilancia mundial y la gestión de riesgos continúan fragmentados, como lo establecen Goldin y Vogel (2010). Del mismo modo en que el espacio político transnacional que comprende temas globales aún no ha sido completamente reconocido, el dominio público mundial todavía debe descubrirse como un “territorio” que requiere gobernanza. Los estudios políticos y la formulación de políticas en gran medida siguen estando centrados en los espacios territoriales citados tradicionalmente: el dominio nacional y el dominio internacional (Shah, 2012; Stone, 2008).

un resumen de la evidencia La evidencia presentada revela iniciativas de políticas apropiadas, pero aún no hay una estrategia eficaz y coherente respecto de la provisión de bienes públicos globales. Si bien podemos distinguir varias medidas que se ajustan al perfil de los requisitos de gobernanza identificados en el apartado I, la mayoría parece ser de naturaleza ad hoc, no coordinada y a menudo experimental. Entre las iniciativas están surgiendo tres tendencias. En primer lugar, parece estar ocurriendo una desconcentración de la cooperación internacional. Esto involucra procesos de desconcentración vertical, que están trasladando la acción de los organismos multilaterales convencionales a intervenciones más regionales y nacionales, y procesos de desconcentración horizontal.Estos últimos se caracterizan por la creciente participación de actores no estatales, por lo que nos alejan de un sistema de cooperación internacional controlado principalmente por el Estado.

En segundo término, si bien estos procesos de desconcentración son una buena señal para una cooperación internacional más abierta y participativa, a menudo actúan como sustitutos incompletos, en lugar de complementos, de la provisión central de bienes públicos globales a nivel internacional (véase el diagrama 2). Esta ausencia de aportes a nivel global se refleja en la falta de reconocimiento, común entre los actores pertinentes, de los espacios mundiales emergentes de interdependencia política identificados en la sección I: el espacio de temas globales y el dominio público mundial.9 Se necesita con urgencia un liderazgo eficaz de este último, que no se puede proporcionar con eficiencia y suficiencia de manera descentralizada. No hay duda de que en muchas áreas vinculadas a temas globales están proliferando con rapidez nuevos enfoques políticos,instrumentos y mecanismos. Desafortunadamente, a menudo estos apuntan a fomentar los procesos observados de desconcentración, alentando la asociación público-privada y una mayor confianza en mecanismos basados en el mercado o la propagación de nuevos instrumentos y enfoques políticos a nivel regional y nacional. En otras palabras, refuerzan, en lugar de reducir, la desconexión entre la globalidad de los problemas que enfrentamos y la naturaleza fragmentada de las respuestas políticas que estos problemas reciben.en lugar de reducir, la desconexión entre la globalidad de los problemas que enfrentamos y la naturaleza fragmentada de las respuestas políticas que estos problemas reciben.en lugar de reducir, la desconexión entre la globalidad de los problemas que enfrentamos y la naturaleza fragmentada de las respuestas políticas que estos problemas reciben.

9 Para reiterar las conceptualizaciones planteadas en el apartado I, los espacios de temas globales comprenden la vía de provisión de bienes públicos globales particulares, que inherentemente se entrecruzan con los espacios políticos tradicionales definidos por criterios geográficos, sector económico y grupos de actores. Así, los espacios de temas globales cubren estos espacios políticos establecidos. El dominio público mundial, entre tanto, comprende el conjunto de los efectos de la política pública mundial a nivel internacional, principalmente los bienes públicos globales y las relaciones entre ellos.


 En tercer lugar, es habitual que los gobiernos se cuenten entre los actores más reticentes en el terreno de la cooperación internacional. Se muestran especialmente reacios cuando el objeto de esta cooperación implica comprometerse con normas y estándares internacionales que les exigen la concreción de ciertos ajustes. En cambio, son bastante abiertos a explorar nuevos e innovadores métodos de asociación público-privada, en especial métodos de financiamiento que puedan reducir el monto que, de otro modo, deberían aportar a los emprendimientos internacionales conjuntos. Como actores, los gobiernos a menudo han demostrado una clara preferencia por la subsidiariedad. Si bien, como ya se indicó, esta tendencia es bienvenida en muchos aspectos,hay que considerar que resulta extremadamente difícil que muchos bienes puedan emerger si no se da la necesaria cooperación internacional entre Estados. De modo que estamos asistiendo a los difíciles comienzos de la gobernanza de la interdependencia en un mundo multipolar en que los Estados-nación operan en una situación de precario equilibrio entre actores estatales y no estatales; un equilibrio que en la actualidad se inclina a favor de los últimos, entre los que se destacan los actores del mercado. Si bien efectivamente hay una provisión de bienes públicos globales, esta se da sólo en la medida en que se mantengan alineados los intereses de los actores individuales, tanto estatales como no estatales.De modo que estamos asistiendo a los difíciles comienzos de la gobernanza de la interdependencia en un mundo multipolar en que los Estados-nación operan en una situación de precario equilibrio entre actores estatales y no estatales; un equilibrio que en la actualidad se inclina a favor de los últimos, entre los que se destacan los actores del mercado. Si bien efectivamente hay una provisión de bienes públicos globales, esta se da sólo en la medida en que se mantengan alineados los intereses de los actores individuales, tanto estatales como no estatales.De modo que estamos asistiendo a los difíciles comienzos de la gobernanza de la interdependencia en un mundo multipolar en que los Estados-nación operan en una situación de precario equilibrio entre actores estatales y no estatales; un equilibrio que en la actualidad se inclina a favor de los últimos, entre los que se destacan los actores del mercado. Si bien efectivamente hay una provisión de bienes públicos globales, esta se da sólo en la medida en que se mantengan alineados los intereses de los actores individuales, tanto estatales como no estatales.Si bien efectivamente hay una provisión de bienes públicos globales, esta se da sólo en la medida en que se mantengan alineados los intereses de los actores individuales, tanto estatales como no estatales.Si bien efectivamente hay una provisión de bienes públicos globales, esta se da sólo en la medida en que se mantengan alineados los intereses de los actores individuales, tanto estatales como no estatales.

Es importante destacar, sin embargo, que en los terrenos políticos marcados por la interdependencia, los actores no podrán continuar persiguiendo intereses individuales en solitario, al menos no en el mediano y largo plazo. Por este motivo, debemos considerar posibles medidas para corregir la falla actual de las estrategias multilaterales.

Es evidente que para romper este círculo vicioso de inactividad multilateral se necesita algo más que las cuatro funciones de la gobernanza mencionadas. En el apartado III se analiza qué podría ser ese “algo más”.


iii. la provisión de bienes públicos globales: 
el regreso de las naciones unidas

En virtud de lo expuesto, parece necesario implementar dos conjuntos de reformas –ambas vinculadas a las Naciones Unidas– para facilitar la provisión de bienes públicos globales.

En relación con el primer conjunto de reformas, es necesario analizar desde otra perspectiva el papel de los Estados en la cooperación internacional, especialmente en el manejo de la interdependencia. Si bien la mayor participación de actores no estatales en la cooperación internacional debe ser bienvenida y alentada, no hay que verla como un sustituto de la participación activa del Estado en los asuntos internacionales.

El problema es que, cuando se agregan a la participación obligada de los Estados, y pese a que a menudo resultan innovadoras o tienen una orientación social o global, las respuestas políticas descentralizadas producidas hasta el momento por los actores no estatales simplemente no representan una capacidad de formulación de políticas suficiente para lograr una solución eficaz a los problemas mundiales contemporáneos. Como se indicó, un conjunto de actores debe estar listo para contrarrestar los déficits en la provisión de bienes públicos globales y asumir la responsabilidad de garantizar que cuando se presente una situación de dilema del prisionero mundial, el mundo pueda salir de ella a tiempo para evitar la crisis que se avecina. ¿Qué actor, además de los Estados que trabajan como “naciones unidas”,puede convertirse en este “coordinador de última instancia” fundamental?

A su vez, esto plantea otro interrogante: ¿cómo podemos reforzar la motivación de los Estados para cooperar? Como se estableció en este capítulo, actualmente sus niveles de motivación no están a la altura de las tareas que hay que realizar. Habrá que generar un sentimiento de cooperación porque, como hemos visto, varios obstáculos han complicado las negociaciones internacionales, incluido el cambio en la naturaleza de muchos problemas mundiales, las continuas fluctuaciones en el poder a escala mundial –que han hecho particularmente difícil que los Estados puedan acordar cómo resolver esos problemas, alimentando la paradoja de la soberanía– y el cambio en las cargas del ajuste, que, contrario a las décadas anteriores,hoy recaen en gran parte en el Norte y en apariencia reducen los incentivos de las naciones industrializadas para cooperar (pensemos en la reticencia que en los últimos tiempos han mostrado los Estados Unidos al multilateralismo o, visto de otro modo, su propensión al bilateralismo). Si bien se requerirá mucho trabajo preparatorio para incentivar y mantener la cooperación pese a estos obstáculos, el principal objetivo debe ser forjar, en las Naciones Unidas y a través de dicho organismo, un consenso mundial sobre un fundamento compatible con la soberanía para la cooperación internacional. Este objetivo se detalla en el primer subapartado a continuación.Si bien se requerirá mucho trabajo preparatorio para incentivar y mantener la cooperación pese a estos obstáculos, el principal objetivo debe ser forjar, en las Naciones Unidas y a través de dicho organismo, un consenso mundial sobre un fundamento compatible con la soberanía para la cooperación internacional. Este objetivo se detalla en el primer subapartado a continuación.Si bien se requerirá mucho trabajo preparatorio para incentivar y mantener la cooperación pese a estos obstáculos, el principal objetivo debe ser forjar, en las Naciones Unidas y a través de dicho organismo, un consenso mundial sobre un fundamento compatible con la soberanía para la cooperación internacional. Este objetivo se detalla en el primer subapartado a continuación.

En el segundo conjunto de reformas será importante introducir de forma explícita y sistemática el manejo de la interdependencia en la arquitectura del Sistema de las Naciones Unidas, incluidas las instituciones de Bretton Woods asociadas: el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Esto implicaría agregar al enfoque regional y de país de estas entidades los dos nuevos espacios globales de interdependencia política identificados en las funciones 3 y 4: el espacio de temas globales y el dominio público mundial.

Ambos conjuntos de posibles reformas se explican con más detalle a continuación.

1. forjar un consenso mundial sobre un fundamento compatible con la soberanía para la cooperación internacional La forma en que los encargados de formular las políticas, los investigadores, los periodistas y el público en general hablan de la cooperación internacional muestra que a menudo se percibe que va en contra del principio en que se basa el actual orden mundial: la no injerencia por parte de fuerzas externas en asuntos internos de los Estados, o, dicho de otro modo, en su soberanía nacional para la formulación de políticas.

A primera vista, la cooperación internacional parece implicar exactamente ese tipo de “injerencia”, ya que requiere el reconocimiento de intereses comunes y el cierre de la brecha entre lo extranjero y lo nacional. Esto sugiere la unión de los asuntos políticos nacionales y externos. Para lograrlo, el Estado debería actuar –al menos en las áreas de interdependencia política entre países– como intermediario entre los asuntos nacionales y mundiales. Si bien en muchos casos los Estados ya realizan esa labor (Kaul, 2006), a menudo lo hacen con reticencia porque muchos perciben –y es entendible que así sea– que esto conlleva una pérdida o transferencia de la soberanía nacional para la formulación de políticas, en beneficio de las organizaciones internacionales y de otros actores que intervienen en el escenario mundial. Después de todo,la cooperación internacional siempre ha sido, y en gran medida sigue siendo, una “movida ofensiva”.

Por tanto, los encargados de formular las políticas a escala nacional suelen mantenerse al margen de la cooperación internacional, aun cuando esta constituiría una mejor estrategia para satisfacer los intereses nacionales. El razonamiento subyacente a este concepto de “mejor estrategia” es que los países naturalmente pierden opciones y espacio de formulación de políticas cuando, debido a la falta de cooperación internacional en temas clave, se ven afectados por factores como crisis financieras, inundaciones y tormentas catastróficas, acciones terroristas o enfermedades transmisibles nuevas o que reaparecen sin respetar fronteras.

Para persuadir a los encargados de formular las políticas y a sus electores de liberarse de esta trampa, debemos definir y validar un fundamento compatible con la soberanía para lograr una estrategia más genuinamente global respecto de la provisión de bienes públicos globales, el que será necesario para enfrentar estos desafíos. Esto implicará dos pasos principales.

En el primero, debe establecerse la coherencia y viabilidad de la participación del Estado en una cooperación internacional eficaz y justa, especialmente en áreas de políticas que involucran problemas de interdependencia. Esto puede lograrse, por ejemplo, complementando estudios mundiales sobre la economía y la política de determinados temas globales, como el Informe Stern (Stern, 2007), con análisis más específicos de determinados países y regiones. Además de estudios basados en ciertos temas, pueden realizarse otros que comparen los costos y beneficios de la actividad y la inactividad en los desequilibrios mundiales, o se analice la incoherencia entre varios bienes públicos globales, nuevamente de forma desagregada y específica para el contexto.El énfasis debe estar en demostrar la posibilidad de efectuar negociaciones de cooperación de suma positiva, que satisfagan los intereses nacionales, regionales y mundiales y resulten beneficiosas para ambas partes.

En el segundo paso, la prueba compilada podría utilizarse para ayudar a forjar un consenso sobre una noción de soberanía respetuosa para todos (como se indica en Kaul, 2013). Esta noción de soberanía, basada en la aceptación por parte de los Estados de la coherencia de la cooperación en áreas políticas interdependientes, combinaría la búsqueda de intereses nacionales y regionales con el respeto por la soberanía de otros Estados, y, por lo tanto, con el respeto por los límites ambientales y otros equilibrios sistémicos mundiales (De Brabandere, 2013; Ţuţuianu, 2013).10 Este consenso aseguraría a los países que sus socios llegarán a la mesa de negociaciones con estrategias de suma positiva similares

En el terreno de la seguridad internacional, nos hemos dado cuenta hace mucho tiempo de que la defensa colectiva de las fronteras de los Estados hace que estos estén más seguros que si confiaran únicamente en sus propias defensas. Un argumento muy similar puede plantearse respecto de los nuevos tipos de amenazas a la seguridad que vulneran la soberanía de los Estados, como el contagio financiero o la degradación ambiental. La mitigación de estas amenazas requiere la cooperación y la aceptación de la soberanía como un bien que, en esos casos, es mejor que se provea y asegure de manera colectiva (véanse mayores detalles en el recuadro 2).

Recuadro 2. Soberanía responsable: un enfoque colectivo para salvaguardar la capacidad nacional de formulación de políticas
Con frecuencia, se considera que la cooperación internacional socava la soberanía de los Estados en materia de elaboración de políticas. Sin duda, esto suele ocurrir y, por lo tanto, los gobiernos a menudo se apartan de una respuesta política mundial concertada, incluso en áreas temáticas que involucran problemas transnacionales que ninguna nación puede resolver por sí misma de manera eficaz y eficiente. En ausencia de un enfoque cooperativo, los problemas mundiales quedan sin resolver y esto posiblemente haga que empeore la situación de todas las partes. Al enfrentar problemas que conllevan una interdependencia política, es de un certero interés de todos los Estados involucrados ofrecer una cooperación justa y beneficiosa para todos, lo que requiere confianza mutua. Los Estados deben compartir el compromiso de actuar con responsabilidad,tanto respecto de sus propios territorios y poblaciones, protegiéndolos de los efectos negativos del exterior, como de otros Estados, porque la falta de cooperación podría socavar el bienestar de todos. En otras palabras, ejercer una soberanía responsable significa ir detrás de los intereses nacionales con total respeto por la soberanía de otras naciones y buscando mantener los equilibrios globales y los límites ambientales planetarios. Del mismo modo en que el compromiso de los Estados con la norma de seguridad colectiva refuerza la inviolabilidad de los límites territoriales nacionales, el compromiso con el ejercicio de su soberanía en materia de formulación de políticas de manera responsable y respetuosa para todos podría, en áreas de interdependencia política, ser la mejor manera de asegurar su capacidad nacional en materia de formulación de políticas. Fuente: Kaul (2014).

10 Esto se debe a que el respeto por la soberanía de otros Estados necesariamente conlleva el respeto por los problemas sistémicos y ambientales que afectan en forma desproporcionada a algunos de ellos; por ejemplo, el impacto escalonado del calentamiento global en distintos Estados, dependiendo de su geografía. 

Enmarcada de este modo, la soberanía “permitiría” a los encargados de formular las políticas participar en políticas públicas mundiales sin preocuparse de traicionar el interés nacional ni de ser percibidos como traidores de dicho interés. Entonces estaría claro que la soberanía como tal no está en duda. Por el contrario, las estrategias para ejercer la soberanía nacional se adaptarían a las realidades actuales en materia de formulación de políticas, principalmente al problema de la interdependencia, con el propósito de salvaguardarla.

En otras palabras, un fundamento compatible con la soberanía para la cooperación internacional la identificaría como la estrategia preferida para responder a los problemas de la interdependencia, porque al cooperar en estos problemas, los Estados 1) promueven la eficacia y la eficiencia en materia de políticas, al tiempo que mantienen su capacidad nacional de formulación de políticas, y 2) muestran respeto por los problemas de otros Estados, reforzando, con cada aplicación, la norma de una soberanía respetuosa para todos. De este modo, si es ampliamente adoptada, la norma de una soberanía respetuosa protegería a los países de los efectos negativos provenientes del exterior y así ayudaría a salvaguardar su soberanía para la formulación de políticas.

Sin embargo, por supuesto que hay un “pero”. La viabilidad de esta reforma depende de la justicia mundial, esto es, del desarrollo de negociaciones de suma positiva y de que los beneficios netos derivados de la cooperación internacional se compartan a nivel regional y nacional a fin de asegurar un amplio apoyo popular a la cooperación internacional.11 

A los Estados se les ha asignado la condición legal de naciones independientes y soberanas en virtud de la ratificación de la Carta de las Naciones Unidas. Por lo tanto, esta es la mejor entidad para consultar y promover un acuerdo mundial en que se replantee qué estrategias es necesario seguir para combinar mejor la apertura y la soberanía nacional para la formulación de políticas

Una posibilidad es que el Secretario General de las Naciones Unidas establezca un grupo de alto nivel, integrado por personalidades destacadas independientes, para ayudar a los Estados miembros en este emprendimiento. Este grupo tendría por objeto no sólo afianzar la disposición de los Estados a cooperar, sino también trabajar sobre su voluntad de asumir el papel de “actor público mundial” sirviendo de agente e intermediario entre las exigencias y preocupaciones nacionales, regionales y mundiales, tanto en el país como en el exterior.

En suma, los pasos de la reforma, propuestos para reforzar la disposición de los Estados a cooperar con justicia y eficacia, y de manera complementaria al trabajo que realizan los actores no estatales, son los siguientes:

11 Durante años se han discutido las nociones de soberanía responsable. Deng y otros (1996: 6), por ejemplo, hablaron de la “soberanía como responsabilidad”, refiriéndose a que los gobiernos nacionales están obligados a garantizar niveles mínimos de seguridad y bienestar social a sus ciudadanos y rendir cuentas a las entidades políticas nacionales y a la comunidad internacional. La Comisión Internacional sobre Intervención y Soberanía de los Estados (ICISS) profundizó en esta noción de soberanía como responsabilidad e indicó que la soberanía de los Estados implica responsabilidad y la principal responsabilidad de protección de los habitantes radica en el propio Estado. A esto agregó que cuando una población sufre graves daños, y el Estado en cuestión no quiere o no puede evitar o poner fin a esos daños,la responsabilidad internacional de proteger está por encima del principio de no injerencia (ICISS, 2001: XI). Esta recomendación de la ICISS sirvió de base para el surgimiento de la norma que hoy se conoce como “responsabilidad de proteger”. A fines de los años noventa y comienzos de la década de 2000 surgió una segunda serie de contribuciones al debate sobre soberanía responsable (véanse, entre otros, Kaul, Grunberg y Stern, 1999; Kaul y otros, 2003, 2006; Jones, Pasqual y Stedman, 2009). Estas contribuciones vincularon la noción a problemas mundiales y transnacionales, recordando a todos los Estados la responsabilidad de rendición de cuentas en relación con las externalidades transfronterizas que emanan de su jurisdicción y podrían llegar a dañar a otras naciones.Esta noción más amplia de soberanía responsable cubre además problemas como las violaciones a los derechos humanos, ya que estos también podrían traspasar las fronteras, generar corrientes de inmigrantes ilegales y provocar conflictos civiles o de otro tipo, que podrían requerir la instalación de misiones internacionales de mantenimiento de la paz, o dar paso a Estados fallidos o en vías de serlo 

  • Paso 1: introducir una noción de soberanía nacional para la formulación de políticas que sea inteligente, responsable y respetuosa, y establecer la coherencia y viabilidad de la participación del Estado en una cooperación internacional de suma positiva, específicamente en áreas políticas caracterizadas por problemas de interdependencia, mediante informes tanto a escala mundial como nacional, y análisis costo-beneficio centrados en determinados temas. 

  • Paso 2: utilizar la prueba cierta para promover un acuerdo sobre esta noción de soberanía y, por lo tanto, sobre un mejor papel de los Estados a nivel internacional, i. e., la expectativa de que funcionen colectivamente como guardianes del bien común mundial, asumiendo la función de intermediarios entre las preocupaciones nacionales, regionales y mundiales (con la esperanza de que esto conduzca a un desarrollo y un crecimiento más equilibrados, justos y sostenibles).  

 Como se ha destacado en repetidas ocasiones, estas reformas se aplicarían principalmente a las áreas políticas marcadas por la interdependencia, es decir a aquellos casos en los que dejar que los países actúen sólo según su criterio sería la fórmula para provocar un desastre colectivo (Rodrik, 2012). En muchos otros aspectos, es probable que los Estados continúen con sus rivalidades. No obstante, si estuvieran dispuestos a cooperar cuando esa práctica se evidencia como la mejor estrategia, la rivalidad entre Estados y la competencia entre actores del mercado podría volverse menos desastrosa y quizás incluso permitiría mejorar la sostenibilidad.

2. incorporar el “manejo de la interdependencia” a la arquitectura del sistema de las naciones unidas Como observa Weiss (2012: 19), las Naciones Unidas no se establecieron para enfrentar muchos de los problemas con que el mundo debe lidiar hoy en día. De hecho, la organización ayudó a promover y casi completar el orden mundial actual basado en Estados soberanos individuales. Por tanto, muchos aspectos del funcionamiento y la estructura de las Naciones Unidas se sustentan en consideraciones centradas en los países, que se complementan con arreglos institucionales, como los organismos especializados, que siguen líneas de determinados sectores económicos (por ejemplo, agricultura, educación, salud e industria). Las comisiones regionales de las Naciones Unidas están organizadas de modo similar. De hecho,lo que lo convierte en un órgano mundial no es tanto su funcionamiento y enfoque, sino su representación casi universal (los 193 Estados miembros). Hasta el momento, la organización no ha ajustado sistemáticamente su arquitectura a la era actual de la globalización, en especial a la realidad de los problemas mundiales que traspasan las fronteras. Si bien muchas entidades de las Naciones Unidas trabajan en diversos temas globales, tienden a abordarlos desde una perspectiva regional o de país, no desde el punto de vista del propio tema global. Con regularidad se analiza lo que los distintos países, actores no estatales u organismos multilaterales están haciendo para enfrentar un determinado problema, pero rara vez se consideran otros temas,como lo que se requiere para garantizar la adecuada provisión de un bien público global y en qué medida las iniciativas estatales y no estatales satisfacen esos requisitos

Si las Naciones Unidas deben ayudar a promover y poner en práctica una noción de soberanía inteligente, sería deseable solicitar a los organismos del Sistema de las Naciones Unidas que expandieran su enfoque. El Sistema de las Naciones Unidas debe abordar de forma más explícita y sistemática las preocupaciones mundiales, incluida la gestión de temas globales, la promoción de una estructura equilibrada y coherente del dominio público mundial y el funcionamiento de dicho dominio.

En lo que respecta a la gestión de temas globales, esto implicaría analizar si las principales preocupaciones mundiales tienen una base institucional dentro del sistema. Esta base podría ser una unidad o personas responsables de garantizar que se reúnan todos los aportes requeridos vinculados a los bienes públicos globales, se provean los incentivos pertinentes, se movilicen los recursos financieros y se controlen los resultados.

El establecimiento de agentes u organismos de base para temas globales dentro del sistema multilateral puede alentar el establecimiento de contrapartes institucionales a nivel nacional y regional, lo que, a su vez, facilitaría la coordinación y cooperación entre estos distintos niveles de gobernanza. De hecho, desde el punto de vista de la garantía del compromiso político con la cooperación internacional, lo mejor sería que la formulación de políticas comenzara a nivel interno en cada país. Entonces, las ofertas y solicitudes de cooperación nacional o regional podrían avanzar en negociaciones internacionales y, una vez acordadas, volver a los niveles inferiores para su implementación. La creación de estas trayectorias de políticas globales,multilaterales y de múltiples niveles promovería el enfoque de políticas transnacionales e integradas que requiere la provisión de muchos bienes públicos globales.

El papel de las bases de las Naciones Unidas en temas globales en este proceso podría orientarse a facilitarlo; por ejemplo, la identificación de posibles déficits que sólo pueden ser resueltos por un coordinador de última instancia (es decir, las tareas que otros actores quizás no logren emprender o completar).

Mientras que la gestión de temas globales requiere un enfoque político vertical basado en la subsidiariedad, la vigilancia y el liderazgo del dominio público mundial precisa principalmente un enfoque multitemático horizontal. Este enfoque permite controlar los conflictos y la sinergia entre los bienes públicos globales, y detectar áreas temáticas en que el subabastecimiento está empeorando y asumiendo proporciones de crisis, quizás incluso esté amenazando con traspasar los límites planetarios y socavar los recursos y las opciones políticas disponibles para las futuras generaciones.

Para que el Sistema de las Naciones Unidas pueda desempeñar esta función de manera más explícita y sistemática podría solicitarse a la Secretaría de las Naciones Unidas que establezca una nueva unidad: un observatorio de tendencias, desafíos y oportunidades mundiales.

Los análisis realizados por este observatorio podrían discutirse en una conferencia anual de directores de las entidades del Sistema de las Naciones Unidas y formar parte de los debates de alto nivel de los órganos legislativos de las Naciones Unidas, así como de otros debates internacionales, incluida la cumbre anual de líderes del G20, el Foro Económico Mundial y el Foro Social Mundial. Incluso se podría establecer un Consejo de Acreditación Mundial, un organismo permanente de alto nivel integrado por personalidades destacadas e independientes. Este organismo podría dar más apoyo político a los estudios del observatorio, así como alentar a los gobiernos a tomar en cuenta los riesgos emergentes y los requisitos de sostenibilidad a más largo plazo.Este tipo de medidas podrían ayudar a restablecer el papel de las Naciones Unidas como líder en brindar una visión global del orden mundial que se ajuste a esta etapa de apertura.

En suma, traducir la noción de soberanía inteligente en una acción política práctica requeriría ajustes institucionales en todos los niveles de gobernanza. Las Naciones Unidas podrían dar un importante impulso a estas reformas, en la medida que asuman llevarla adelante por medio de los siguientes pasos adicionales:

  • Paso 3: designar, en áreas de temas globales clave, un gestor de temas de alto nivel para identificar los aportes faltantes o rezagados y proponer medidas para incentivar a los actores involucrados, y brindar de manera oportuna, eficaz, eficiente y equitativa los resultados deseados de las políticas mundiales-públicas. 
  • Paso 4: crear, en el marco de la Secretaría de las Naciones Unidas, un nuevo observatorio de oportunidades y riesgos mundiales que se encargará de analizar el dominio público mundial para determinar cuán bien –y cuán equitativamente– sirve a los distintos grupos de Estados, así como a los distintos grupos de actores y de población, incluidas las generaciones actuales y futuras.

Juntos, los pasos de reforma 1 a 4 propuestos para las Naciones Unidas podrían afianzar las cuatro funciones de gobernanza detalladas en los apartados I y II (y resumidas en el cuadro 1).

Cuadro 1. La satisfacción de los requisitos de gobernanza de los bienes públicos globales: impedimentos actuales y medidas correctivas a más largo plazo 

 




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