CONCEPTO DE PROPIEDAD, DIRECCIÓN Y GOBIERNO, EL EMPRESARIO. EVOLUCIÓN Y CONCEPTO

El empresario, la dirección y el gobierno de la empresa


Se ha definido la empresa como una unidad sociopolítica en la que trabajan, arriesgan,
deciden y colaboran personas, y como una unidad de decisión en la que alguien se
preocupa de que los diferentes elementos y personas que la integran guarden una serie
de relaciones preestablecidas que permitan dar coherencia a sus actuaciones y conseguir
sus fines. Asimismo, se ha resaltado que el objetivo último por el que se crean y mantienen
las empresas es proporcionar beneficios o ganancias para repartir entre sus propietarios.
De ese modo, la delimitación del concepto de empresa y de su objetivo principal
lleva a vincularla con las personas que la crean, la dirigen y toman las decisiones
más relevantes para su desarrollo.

Por ello parece necesario analizar el papel de las personas cuya principal labor es la
toma de decisiones y la dirección de las empresas. La historia de Nike es un buen ejemplo
de cuál es el papel de las personas en el éxito de una empresa y de las capacidades
que deben poseer para afrontar los problemas y dificultades de su administración. Así
en este capítulo se distinguen los conceptos de propiedad, dirección1 y gobierno. Se
profundiza en el análisis del papel del empresario, las características del directivo y la
función de los órganos de gobierno de las empresas. El desarrollo de la empresa hace
que se vayan involucrando más personas en el proyecto empresarial, lo que crea nuevas
necesidades de propiedad, dirección y gobierno que hace más complejo el papel de las
personas en el ámbito de la empresa y su gestión. Por ello, en las empresas de mayor
dimensión se analizan los diferentes mecanismos para el control de la propiedad sobre
la dirección.

Una de las actividades más importantes que ocupan a los directivos es tomar decisiones.
El último epígrafe del capítulo examina las características de las decisiones directivas e identifica los niveles en los que los decisores se mueven desde los inicios hasta
la implantación de la decisión.

2.1. CONCEPTO DE PROPIEDAD, DIRECCIÓN Y GOBIERNO


La creación de una nueva empresa es uno de los mayores retos de la administración
y dirección de empresas. Los emprendedores como Knight y Bowerman construyen
compañías de éxito a partir de la explotación de necesidades de mercado insatisfechas.
Cualquier persona puede crear su propio negocio, todos pueden llegar a ser empresarios.
En 2013 se crearon 550 sociedades anónimas, 90.373 sociedades limitadas y 3.084
optaron por otras formas societarias, según datos del Registro Mercantil Central2. La
economía española depende de la creación de nuevas empresas. Los nuevos proyectos
empresariales generan puestos de trabajo, estimulan la innovación y abren nuevas oportunidades
para la sociedad.

En las empresas se aportan y utilizan eficientemente una serie de recursos económicos
a los que se denomina factores de producción y de cuya adecuada combinación se
obtienen bienes y servicios aptos para satisfacer las necesidades de la sociedad. Pero esta
combinación no se realiza de forma automática o casual, sino que se requiere la dirección
de una mente humana capaz de ordenar adecuadamente los distintos elementos,
coordinar las actuaciones de otros individuos, imaginar las consecuencias próximas y
remotas de diferentes opciones y tomar decisiones para que esta combinación se efectúe
de forma eficiente.

En todo momento, en las empresas se necesitan personas que tomen decisiones, que
dirijan. Las personas que están más involucradas en la toma de decisiones y en la dirección
de la empresa pueden ser: los propietarios, los empresarios y los directivos. Por ello
parece necesario clarificar los conceptos de propiedad, dirección y gobierno de la empresa.


La propiedad de la empresa corresponde a la persona o personas que poseen su titularidad.

A veces aportan el dinero necesario para poner en marcha la empresa, comprar o
alquilar el establecimiento empresarial, el material de oficina, las herramientas necesarias,
etc. Otras veces aportan bienes, como terrenos, maquinaria, patentes, elementos de
transporte, etc. También pueden aportar ambas cosas: el dinero y los bienes necesarios.

La aportación puede hacerla un individuo o varios. Independientemente de la cantidad
de su aportación, todos y cada uno de ellos son propietarios.

Puede darse la circunstancia de que hayan creado la empresa ellos mismos, como se
ilustra en el caso de Nike: Knight y Bowerman aportaron cada uno de ellos para la
constitución de la empresa 500 dólares. También pueden haberla heredado, como los
sucesores del fundador en el caso de una empresa familiar, o pueden ser personas que
han invertido en una empresa en funcionamiento y han comprado acciones en la bolsa, sería el caso de algunos de los accionistas actuales de la compañía Nike Inc. quienes
han ido aportando capital durante la expansión de esta empresa.

Los propietarios, ya sean uno o varios, pueden dirigir personalmente la empresa, lo
que implica tomar las decisiones oportunas para que ésta desarrolle su actividad con
eficiencia y eficacia, o bien contratar a una o más personas para que lo hagan en su
nombre. Sin embargo, es frecuente que el propietario se reserve la toma de las decisiones
más importantes y contrate a expertos en diversas materias para que le ayuden en los
temas que él no domina.

En las empresas pequeñas, el propietario suele dirigir su empresa, aunque también
es posible que contrate a otras personas para que ejerzan la labor directiva en su nombre.
A medida que las empresas aumentan su tamaño, hay dos cuestiones que adquieren
relevancia: la necesidad de mayores cantidades de capital, es decir, la entrada de nuevos
propietarios, y la necesidad de una administración más precisa de los recursos, lo que
hace aumentar el número de personas implicadas en la dirección de la empresa. Esto
produce modificaciones importantes en las características de la propiedad de la empresa
y en las de la dirección. Por un lado, se separan la propiedad y el control y, por otro,
la propiedad pasa a ser societaria, y la dirección, profesional (véase figura 2.1).


Conforme las empresas van adquiriendo un mayor volumen de negocio, es frecuente
que el propietario, aun suponiendo que tenga conocimientos para ello, no pueda por
sí solo atender todas la cuestiones referentes a la organización de su actividad; la atención
de sus clientes y proveedores; la gestión financiera; la atención de sus obligaciones
contables o fiscales, etc. A medida que el propietario ya no puede controlar solo todas
las tareas, empezará a contratar a personas expertas en distintas áreas como producción,
marketing, investigación y desarrollo, etc., para que le ayuden a dirigir la empresa.
La contratación de Jeff Johnson en Blue Ribbon Sports por parte de Knight ilustra esta
realidad, puesto que debido al desarrollo de la empresa los propietarios no podían dedicarse
a todos los problemas del negocio.

Esta realidad plantea otro concepto que es preciso analizar: el de dirección. La dirección
de la empresa la ejercen las personas con autoridad para 1) fijar objetivos y
tomar las decisiones oportunas para que éstos se logren, y 2) dirigir y coordinar el trabajo
de otras personas (Iborra et al., 2009).

Los directivos toman las decisiones relacionadas con la actividad de la empresa,
desde las más importantes, como pueden ser los objetivos estratégicos, el desarrollo de
nuevos productos o la cooperación con otras empresas, a las decisiones más rutinarias
y de menor trascendencia, como, por ejemplo, programar la producción semanal, establecer
procedimientos de entrega en almacén, seleccionar a un proveedor, etc. No todos
los directivos tienen la misma responsabilidad y están al mismo nivel, como se analizará
en el epígrafe 2.3, pero tienen una característica común, todos ellos coordinan a
personas y son los responsables últimos de la actuación de esas personas que tienen a
su mando.

Cuando los propietarios ejercen la dirección y la gestión de la empresa se les llama
empresarios. La figura 2.2 refleja las relaciones entre los conceptos de propietario de la
empresa, directivo y empresario. Como se ilustra en la figura, sólo algunos propietarios,
los que son también directivos, son empresarios. Si el propietario delega las tareas de
dirección en una o más personas, entonces el propietario es un mero inversor. Asimismo,
los directivos que no son propietarios del capital de la empresa no son empresarios. No
obstante, en el epígrafe siguiente se abordará el concepto de empresario más detenidamente,
analizando su evolución en función de las características de la propia empresa y
se verá que en las empresas de mayor dimensión, con el capital dividido en pequeñas
participaciones, se hace complejo identificar la figura del empresario.


Las grandes empresas, que necesitan gran cantidad de recursos, con un número de
propietarios elevado, algunos de ellos con participaciones muy pequeñas, no pueden ser
dirigidas por todos sus propietarios. La propiedad pertenece a varias personas que suelen
ir aumentando cuando crece la empresa, pero para poder tomar decisiones con rapidez
y eficiencia, la dirección tiene que ser ejercida por un número reducido de personas.
Mientras el propietario sea quien dirige la empresa, es lógico pensar que velará por conseguir el mayor beneficio, realizando para ello todo el proceso de dirección de la
forma más eficiente posible. Pero en las grandes empresas donde hay separación entre
la propiedad y el control, hay muchos propietarios que no están interesados en dirigirla,
sino únicamente en obtener beneficios del capital que ellos han aportado, incluso la
mayoría pueden no saber qué camino ha de seguir la empresa para aportarles valor. En
este caso se da la posibilidad de conflicto de intereses entre los propietarios de la empresa
y quienes la dirigen.

Cuando son los profesionales de la dirección quienes dirigen la empresa, no es posible
asegurar que éstos velarán por los intereses de los propietarios y del resto de las
personas que tienen intereses en ella (trabajadores, clientes, proveedores, etc.). En este
contexto, es cuando surge la necesidad del gobierno de la empresa, como un conjunto
de mecanismos que pueden utilizar los propietarios para ejercer el control de la empresa,
con el fin de asegurar el comportamiento leal y honesto de los directivos a favor
de los propietarios, que son los que financian la empresa y del resto de los grupos que
tienen intereses en ella. Las personas encargadas de supervisar el comportamiento de
los directivos y de asegurar la supervivencia de la empresa a largo plazo forman parte
del gobierno de la empresa. El concepto de gobierno de la empresa aumenta su relevancia
a medida que las personas que desempeñan el papel de propietarios y aquellas
que desempeñan el papel de directivos son menos coincidentes. Esto no significa que
las pequeñas y medianas empresas carezcan de gobierno, sino que en estas empresas
el órgano de gobierno es coincidente, en ocasiones, con la dirección y/o con la propiedad.


2.2. EL EMPRESARIO. EVOLUCIÓN Y CONCEPTO

El gran reto actual es tener empresarios capaces de gestionar el cambio de esta época
y poder afrontar, con alguna garantía de éxito, los períodos de crisis que viene atravesando
el sistema económico y seguir forjando el proceso de desarrollo del mismo para
dar respuesta a las expectativas y demandas de los agentes económicos y sociales.

El empresario es la persona o grupo de personas que da vida a la empresa, que dirige,
coordina y controla las actividades de ésta. Puede afirmarse que el empresario
encarna la figura central de la institución empresarial. Para comprender el papel e importancia del empresario en la economía y en la empresa es necesario realizar un breve
repaso del desarrollo de esta figura a lo largo del tiempo.


2.2.1. Evolución de la figura del empresario

El papel social, humano y económico del empresario ha sido considerado de muy
diversas formas en el pensamiento económico. Algunos autores no le han concedido
excesiva importancia, mientras que otros destacan su gran aportación en el proceso de
desarrollo económico.

Analizando esta evolución se pueden distinguir dos aportaciones con visiones diferentes:
la propuesta por la economía y la ofrecida por la administración de empresas.
Las teorías desarrolladas por la economía abordan la cuestión del papel que cumple el
empresario y la justificación de su beneficio empresarial. En el caso de la administración
de empresas, la preocupación se centra en conocer quién es el empresario así como
las características del mismo y las condiciones que favorecen su éxito empresarial.
Las primeras aportaciones al estudio de la figura del empresario provienen de la
economía. Los primeros estudios sobre la figura del empresario son realizados por los
economistas clásicos, pero son los economistas neoclásicos y los modernos quienes
aportan un mayor conocimiento del papel que cumple. Los economistas clásicos del
siglo XVIII prestaron escasa atención a los conceptos de empresa y empresario, de forma
que no se puede afirmar que exista una teoría clásica del empresario. Durante mucho
tiempo se ha identificado al empresario con el capital y, consiguientemente, al beneficio
con el interés del capital. Para la mayoría de los autores clásicos, los procesos de producción
funcionaban automáticamente y en sus formulaciones excluían al empresario
del proceso económico.

Entre las pocas excepciones a estos planteamientos se encuentra Cantillon (1783),
que advirtió la importancia de la función empresarial en el proceso productivo, distinguiendo entre las personas que reciben retribuciones ciertas y las que reciben retribuciones inciertas (los empresarios) que asumen los riesgos de la producción. Fue el primero en introducir el término entrepreneur (empresario). Casi un siglo más tarde J. B. Say divulgó y amplió las ideas de Cantillon sobre el entrepreneur como «el agente que unifica los medios de producción y logra con el valor de los productos el restablecimiento
de todo el capital empleado, más el valor de los salarios, intereses y rentas y demás
beneficios» y ofreció una interpretación clara del beneficio empresarial al advertir la
diferencia existente entre el interés del capital aportado por el empresario y el beneficio
de la empresa, contribuyendo a distinguir la figura del empresario y la del capitalista.

Hasta mediados del siglo XIX, los economistas no comienzan a interesarse decididamente
por la figura del empresario, separando claramente las funciones de capitalista y
empresario. Son los economistas neoclásicos, especialmente las aportaciones de Alfred
Marshall en 1890, los que contemplan al empresario como cuarto factor de producción
(junto con el capital, la tierra y el trabajo), al ser la persona que organiza y dirige la
producción y asume el riesgo que conlleva dicho proceso. Estos economistas intentan
explicar el beneficio del empresario y, más concretamente, qué es lo que le da derecho
a apropiarse de la renta residual, o beneficio extraordinario, distinta del salario de la
dirección, que se genera en el desarrollo de la actividad empresarial.

Ya entrados en el siglo XX se suceden distintos enfoques teóricos que han configurado
las modernas teorías del empresario. Entre ellas hay que destacar la «Teoría del
empresario riesgo», debida a Knight, la «Teoría del empresario innovador», de Schumpeter,
la «Teoría del empresario control o tomador de decisiones», basada en las aportaciones
de Simon, o la «Teoría del empresario como tecnoestructura», fundamentada
en los estudios de Galbraith. Una visión secuencial de los enfoques teóricos principales
aparece en la tabla 2.1.


Knight formula en 1921 la teoría del empresario riesgo. Según este autor, el papel
principal del empresario reside en que él adquiere o contrata los factores productivos a
unos precios ciertos (para él costes), creando las rentas monetarias de los otros agentes,
sobre la base de una predicción económica respecto al precio a que venderá los productos
obtenidos, soportando, en consecuencia, todo el riesgo de la actividad económica
de la empresa que dirige. El empresario realiza las estimaciones acerca del precio al que
podrá vender sus productos y sobre la cantidad que venderá y, en función de dichas
estimaciones, contratará los factores productivos. Si sus decisiones son acertadas obtendrá
un beneficio, pero si los cálculos son erróneos sufrirá una pérdida debido a que sus
ingresos serán inferiores a sus costes. Por tanto, el empresario es el agente que adelanta
el pago de las rentas (salarios, materias primas o consumos) al resto de los factores
de producción, antes de conocer el resultado de su actividad. El empresario adelanta
ese pago porque espera que su actividad le permita unos resultados positivos, es decir,
le permita vender sus productos o realizar sus servicios obteniendo un beneficio. Éste
es el origen de que el beneficio del empresario se defina como una «renta incierta».

Y es precisamente el riesgo que asume lo que justifica que el empresario se apropie de
esa renta residual o beneficio extraordinario, una vez descontado el salario que le corresponde por la dirección. Se distingue, así, entre el salario que le corresponde por la tarea de organizar la producción, que puede ser llevada a cabo por un asalariado, o lo que es
lo mismo, por un directivo profesional, y el beneficio que le corresponde como propietario
de la empresa o capitalista. Como es evidente, la base del éxito del empresario es
el grado de conocimiento y de información que posea sobre la economía y sus agentes.

Otra aportación importante al estudio de la figura del empresario la realiza el economista
alemán J. A. Schumpeter a través de su teoría sobre el empresario innovador.
La principal aportación de este autor es el análisis del papel que el empresario cumple
en la economía como motor del desarrollo económico. Según Schumpeter, el verdadero
empresario es la persona capaz de innovar, es decir, de encontrar nuevas combinaciones
de los medios de producción que den como resultado nuevos productos o procesos, o
mejoras en los existentes. Para este autor, el desarrollo económico proviene de la innovación, posible gracias a los cambios tecnológicos; el empresario es la figura central
de todo el proceso, ya que es quien realiza las nuevas combinaciones de los factores de
producción.

La idea de Schumpeter es que la innovación es el factor de crecimiento de la economía
capitalista y el progreso técnico es la variable endógena en los modelos de desarrollo
económico. El sistema estará en equilibrio hasta que un empresario creativo
desarrolle con éxito una nueva combinación productiva (innovación). Cuando un empresario logra una innovación, consigue un poder de mercado temporal (monopolio)
que le proporciona un beneficio extraordinario. La situación persistirá hasta que otros
empresarios, menos creativos, copien o imiten su innovación y el beneficio extraordinario
desaparezca al repartírselo entre todos ellos; de ese modo el sistema vuelve a
estar en equilibrio. A diferencia de Knight, Schumpeter no considera que sea el riesgo
lo que justifica que el empresario se apropie del beneficio extraordinario, sino la innovación.

Otra teoría tradicional del empresario, que se recoge en la tabla 2.1, es la teoría del
empresario control o tomador de decisiones, en la que cabe destacar la aportación de H.
A. Simon y sus seguidores. Simon (1979) subraya la labor del empresario como agente
que toma las decisiones necesarias para cumplir el objetivo establecido por la empresa,
es decir, es la persona que ofrece la función de dirección. La teoría del empresario control
o tomador de decisiones se apoya en la evidencia empírica de que la empresa actual
es una organización compleja que une los esfuerzos de un grupo humano, con sus respectivos intereses u objetivos individuales, en un objetivo común o de la organización,
coalición que preside el empresario como decisor. El papel del empresario en esta coalición
consiste en lograr integrar a los diferentes partícipes con sus correspondientes
objetivos en una función directiva.

Por último, se destaca la teoría del empresario como tecnoestructura. Es J. B. Galbraith,
en 1967, quien pone de relieve la realidad empresarial de la segunda mitad del
siglo XX, donde las grandes empresas manejan la mayor parte del negocio mundial,
siendo creciente su influencia y su poder. El origen de este planteamiento se apoya en 
el estudio realizado por Berle y Means (1932) sobre la estructura de capital de las doscientas
mayores compañías norteamericanas; las principales ideas del estudio se recogen
en la tabla 2.2. Estas grandes compañías, que adoptan forma de sociedad mercantil,
pertenecen en general a multitud de socios, que aisladamente tienen una ínfima parte
del total y carecen, salvo excepciones, de influencia en la marcha de la empresa. En la
mayoría de los casos, los socios son inversores anónimos preocupados únicamente por
la rentabilidad de sus acciones, pero se encuentran al margen de las decisiones empresariales que son tomadas efectivamente por los directivos o cuadros medios que dirigen las actividades de la empresa.



Estas empresas a las que se refiere Galbraith no pueden ser dirigidas de forma individual,
sino que requieren una dirección colegiada, en la que participan un gran número
de técnicos profesionales a los que se llama tecnoestructura. La tecnoestructura es el
nombre con que se designa el grupo de aquellos que aportan conocimiento especializado,
talento o experiencia a la elaboración de decisiones de grupo que rebasan la capacidad
de conocimiento de cada uno de ellos.

Es la tecnoestructura la que ostenta el verdadero poder empresarial, al impulsar y
marcar los objetivos de la organización, y se convierte en empresario en la mayoría de
los casos, desplazando del poder efectivo a los propietarios del capital, que ocupan el
poder formal. Así, la función empresarial ya no tiene por qué ser ejercida por un solo
individuo, sino que en las grandes empresas es realizada por un grupo de personas que
son los que disponen de los datos pertinentes para decidir.


En definitiva, las teorías económicas explican el papel que cumple el empresario en
la economía y justifican su derecho sobre los beneficios de la actividad empresarial. Las
teorías analizadas justifican que son el riesgo, la innovación, la toma de decisiones, el
control, etc., las características que le definen. Sus aportaciones han sido fundamentales
para comprender la figura del empresario, pero no tratan de estudiar los rasgos que
le caracterizan.

Desde la dirección de empresas surgen, a partir de la década de los años setenta del
pasado siglo, enfoques psicológicos, basados principalmente en investigaciones empíricas,
que tratan de demostrar que el empresario tiene un perfil psicológico distinto del
resto de la población y que, además, los empresarios de éxito también lo tienen respecto
a los empresarios menos exitosos. El objetivo de este enfoque es poder identificar a
estas personas, con el fin de establecer políticas de fomento para la creación de empresas
y de empleo. Veciana (1989), a partir de diversos estudios e investigaciones empíricas,
resume una serie de rasgos característicos del empresario:


  • Independencia: necesidad que se manifiesta por la resistencia a someterse a una autoridad y el deseo de libertad y acción.
  • Motivación de logro: energía personal e iniciativa; se sienten inclinados hacia tareas retadoras y difíciles y poseen una fuerza interna que les permite superar obstáculos y situaciones complejas.
  • Control interno: lejos de determinismos, los empresarios tienden a creer que tienen el control sobre su empresa y el entorno.
  • Propensión a asumir riesgos moderados: no suelen asumir riesgos excesivos, pero tampoco les entusiasman los desafíos que no sean retadores.
  • Tolerancia ante la ambigüedad y la incertidumbre: características que acompañan a problemas que requieren una solución creativa y, con frecuencia, intuitiva.
Los resultados de las investigaciones empíricas no han sido concluyentes, pero existen
evidencias que confirman que, al menos, algunas de estas características sí se dan
en una gran mayoría de los empresarios, sobre todo, las que se refieren a la independencia,
motivación de logro, control interno y tolerancia a la ambigüedad. Bill Bowerman
perseguía el sueño de mejorar las condiciones de los atletas (motivación de logro),
intentó poner en marcha su sueño apoyándose en otras empresas que se dedicaban al
mercado de las prendas deportivas impulsando en ellas la innovación de sus productos
(asumió un riesgo moderado), pero como no logró su objetivo intentó crear su propia
empresa porque pensaba que a través de ella podía conseguir su sueño (control interno).
En este ejemplo se pueden contemplar algunas de las características de un empresario.

Dentro de la visión de la administración de empresas, otro grupo de teorías sobre
el empresario se incluyen en el llamado enfoque sociocultural o institucional, basado
en el supuesto de que la decisión de convertirse en empresario y, por tanto, la creación
de nuevas empresas está condicionada por factores externos o del entorno. Los factores socioculturales y el marco institucional son fundamentales para determinar el espíritu
empresarial y la creación de nuevas empresas. Intentan explicar por qué existen zonas
geográficas en las que se crean más empresas que en otras, o por qué la habilidad del
empresario para establecer redes de relaciones con clientes, proveedores, etc., puede
contribuir al éxito empresarial.

Uno de los enfoques más novedosos desde la perspectiva de la administración de
empresas es el enfoque gerencial. Las teorías enmarcadas en este enfoque consideran
que son los conocimientos y técnicas aprendidas en el ámbito de la dirección de empresas,
los que dan lugar a la creación de empresas. Dado que los mercados no son perfectos,
es el comportamiento del empresario (sus conocimientos y habilidades) lo que suple
y completa las deficiencias del mercado. Confirman que el éxito de las empresas depende
de distintas variables controlables por el empresario, y una de las principales son los
conocimientos que éste tenga para dirigir y organizar su empresa. Bajo este enfoque, la
creatividad y la innovación resultan cruciales para generar nuevas oportunidades de
negocio.



2.2.2. Concepto de empresario

Según lo indicado en el epígrafe 2.1 del capítulo, se entiende que el empresario
es el propietario de una empresa, bien porque la crea, la hereda o la compra y que,
además, ejerce las tareas propias de la dirección. En el ámbito de la dirección de
empresas la figura del empresario está unida a la propiedad y a la dirección al igual
que en el ámbito jurídico. Sin embargo, y a diferencia de la dirección de empresas,
al derecho le interesa la figura del empresario porque es sujeto de derechos y deberes,
no como organizador de la actividad empresarial que con sus conocimientos y habilidades
puede poner a su empresa en una situación de ventaja frente a sus competidores.

Algunos empresarios logran fabricar productos novedosos, descubrir nuevos usos a
los existentes, diseñar nuevos procesos o nuevas formas de gestión, etc. A éstos se les
llama empresarios innovadores o emprendedores, figura que estudiaremos en el siguiente
epígrafe. Aunque Schumpeter consideraba que sólo a estos últimos debe llamárseles
empresarios, también se puede considerar empresarios a aquellos menos creativos que,
aunque nunca llegan a desarrollar una innovación, son capaces de organizar eficaz y
eficientemente su empresa y hacerla perdurar a lo largo del tiempo.

Éste es el caso tratado en la lectura de Grúas Ruiz. D. José Ruiz creó su empresa
para satisfacer la demanda de un determinado servicio en la zona donde vivía. Aunque
ya se ofrecía ese servicio, utilizó la oportunidad que le brindaba el mercado en su zona.
También los sucesores de D. José Ruiz son empresarios que siguen el legado de su padre,
intentando mejorar la empresa, gestionándola de la mejor forma posible, incorporando
nuevos conocimientos a la gestión empresarial para que perdure en el tiempo. No obstante,
se reconoce que la función directiva asumida por el empresario al diseñar estrategias
que le permitan aprovechar las fortalezas de la empresa y las oportunidades del entorno, para conseguir alguna ventaja frente a unos competidores, es muy importante.
Es decir, que la creatividad e innovación son variables claves para asegurar el éxito y la
supervivencia de la empresa a largo plazo.

En la actualidad se acepta como función principal y definitoria del empresario la
adopción de decisiones en situaciones de incertidumbre. El empresario actual adopta
decisiones generales en la empresa, planifica los objetivos a conseguir y diseña los medios
para alcanzarlos, aunque después puede delegar las decisiones operativas en niveles
inferiores de autoridad. A medida que ha ido aumentando el tamaño y la complejidad
de la empresa, la toma de decisiones se ha ido delegando en distintos niveles de la organización.


2.2.3. La figura del emprendedor

El emprendimiento (entrepreneurship3) o actividad emprendedora es el proceso de
creación de una empresa o un negocio capaz de entrar en nuevos mercados o en mercados
ya establecidos. Hisrich, Peters y Shepherd (2005) definen el emprendimiento
como: el proceso de creación de algo nuevo, con valor, dedicando el tiempo necesario
y el esfuerzo, asumiendo el acompañamiento de riesgos financieros, psíquicos y sociales
y recibiendo como resultado una recompensa monetaria y personal e independencia.

Esta definición puntualiza los aspectos básicos de ser emprendedor. En primer lugar,
el emprendedor es creativo en el sentido de que supone el empleo de recursos y personas
en una nueva forma de desarrollar una organización. Un emprendedor es un individuo
que crea una empresa y que consigue hacerse un sitio en el mercado; por tanto, crea valor
para él y para las personas que se implican en su negocio. Un software nuevo sobre
administración de hospitales introducido por un emprendedor en el mercado crea valor
para los administradores de hospitales porque hace su trabajo más fácil. En segundo
lugar, para esta actividad el emprendedor requiere tiempo y esfuerzo. Asumir riesgo es
el tercer aspecto importante del emprendedor. La parte final de la definición indica que
el emprendedor recibe una recompensa. La más importante puede ser la independencia
o la satisfacción personal. Las recompensas monetarias tienen también un papel importante
y sobre todo es un indicador del grado de éxito del emprendedor.

A menudo los emprendedores actúan creando una empresa, pero también pueden
actuar generando nuevas actividades de negocio, introduciendo un producto o desarrollando
un mercado. Así, los directivos de grandes organizaciones realizan actividades
emprendedoras cuando idean nuevas líneas de productos o establecen nuevas divisiones
para introducirse en mercados en que no habían estado. Entonces, en sentido amplio,
los emprendedores manejan recursos para crear algo nuevo: una empresa, un producto
o servicio, o hasta un mercado.

Siempre ha existido un sector de la población que quiere controlar su propio destino.
Desde hace mucho, estas personas han optado por ser emprendedoras, pero también
los cambios que sufre la economía estimulan el interés por ser el jefe de uno mismo. El
adelgazamiento de las grandes compañías desbanca a millones de trabajadores y directivos.
Muchos de estos empleados aceptan el trauma que les causa el despido y lo convierten
en la oportunidad de emplearse a sí mismos, con frecuencia financiados por su
indemnización. Otros miembros del mundo de las empresas ven cómo sus compañeros
y amigos pierden su empleo y llegan a la conclusión de que en el futuro habrá pocas
oportunidades en las compañías adelgazadas. Por tanto, voluntariamente rompen sus
nexos con la compañía y optan por emplearse a sí mismos. Otra fuerza que alienta a
estas personas es el aumento de posibilidades de obtener franquicias. Adquirir una
franquicia permite al emprendedor tener su propio negocio, pero con menos riesgos.
Esto se debe a que el porcentaje de fracasos de las franquicias es menor que el de los
negocios típicos, porque el dueño de la franquicia proporciona apoyo para el marketing,
las operaciones y la administración.

En este sentido, se puede considerar que muchos emprendedores son propietarios
de pequeñas empresas por determinado período de tiempo. Durante el tiempo en que
creó su empresa, en D. José Ruiz se puede ver la figura del emprendedor o cuando intentó
seguir ofreciendo nuevos servicios para sus clientes. Pero no todo dueño de este
tipo de negocios es un emprendedor; esto es, no todos los dueños de pequeñas empresas
inician una actividad empresarial. Uno puede hacerse dueño de una pequeña empresa
al comprarla o heredarla. Además, muchos de estos propietarios prefieren que sus negocios
permanezcan pequeños y no los amplían como lo hacen los emprendedores de
éxito.

Los emprendedores de éxito son aquellos cuyos negocios crecen con mayor rapidez.
Encuentran oportunidades de mercado que otros tal vez hayan pasado por alto y tienen
visión para explotar tales oportunidades. Se posicionan bien en mercados cambiantes
o recién descubiertos. En este sentido, son innovadores y creativos. Pronostican con
precisión el rumbo que toman los mercados y se preparan para atenderlos antes que los
demás (Hellriegel et al., 2002). Con frecuencia este éxito no se corresponde con la introducción de algo nuevo, un producto o servicio, sino que realizan pequeñas modificaciones a algo que ya hacen los demás.

Sin embargo, el espíritu emprendedor no se limita exclusivamente a los negocios
pequeños, como se ha apuntado anteriormente. Algunas compañías tratan de incorporar
la figura del emprendedor porque, en general, los emprendedores tienen mayor capacidad
de respuesta ante un entorno cambiante que los directivos dentro de una organización jerárquica tradicional. Los administradores tienen que desarrollar una
mentalidad emprendedora, la cual es una forma de pensar en los negocios que privilegia
las acciones que permitan beneficiarse de la incertidumbre, de ser capaz de identificar
las oportunidades y de aprovecharlas para lograr una ventaja competitiva. En las organizaciones
grandes, las personas que exhiben características de emprendedores se denominan
intraemprendedores (intrapreneur) (Hitt et al., 2006).

El intraemprendedor, a veces denominado emprendimiento corporativo, es quien
desarrolla una línea de negocio dentro de la estructura de una gran corporación con el
fin de desplegar los recursos de la empresa en la comercialización de un nuevo producto
o servicio (Gómez-Mejía et al., 2003). Algunas empresas desarrollan estrategias que
favorecen la innovación y la gestación de nuevos negocios. Por ejemplo, 3M Company
mantiene un objetivo corporativo que impone que el 30 % de las ventas de la compañía
procedan de productos con menos de cuatro años en el mercado. Esto obliga al personal
técnico a dedicar un 15 % de su tiempo a la experimentación de nuevos diseños de
producto alrededor de los proyectos que ya tienen asignados. Estas políticas apoyan la
estrategia de la innovación y dan como resultado un flujo constante de nuevos productos,
desarrollados internamente en 3M Company. El ordenador personal de IBM se
desarrolló en una unidad de negocio localizada en Florida y aislada del resto de la
compañía, con objeto de construir, testar y lanzar al mercado el PC de IBM en sólo
doce meses.


Una ventaja del intraemprendedor es que la compañía le aporta recursos financieros
y corporativos más abundantes que en el caso de un empresario independiente. Los
directivos emprendedores no tienen por qué abandonar su carrera en la compañía para
llevar a cabo una nueva aventura empresarial. Por otra parte, un emprendedor corporativo
que tenga éxito no recibirá las mismas recompensas financieras que las que podría
obtener si se convirtiese en un empresario independiente.
Por último, los diversos estudios realizados sobre los emprendedores señalan que
quienes tienen éxito cuentan con varias características en común, que incluyen algunos
atributos personales y habilidades técnicas o gerenciales. La combinación de estos
rasgos aumenta la probabilidad de tener éxito como emprendedor (Hellriegel
et al., 2002).

Los atributos personales más destacados por los investigadores son: la fuerte necesidad
de logro, deseo de ser independiente, confianza personal y disposición a realizar
sacrificios en favor del negocio. Si bien estos individuos son diferentes de la mayoría de
la gente, quizá no hayan nacido con la cualidad de emprender. Desarrollan atributos
personales con el paso de los años, pero adquieren muchos otros de manera temprana
en la vida y en esto el ambiente familiar desempeña una función fundamental.

La capacidad técnica: Los emprendedores suelen mostrar sólidas habilidades técnicas
y en general aportar cierta experiencia relacionada con sus empresas. El cofundador
de Nike, Bill Bowerman, utilizó sus conocimientos técnicos, como entrenador de atletismo
de diecinueve corredores olímpicos, para diseñar un tipo de zapato revolucionario.
Como hombre de negocios creó la suela de wafle y descubrió muchas formas de
producir zapatos de tenis cada vez más ligeros.

Por último, administrar una empresa emprendedora de rápido crecimiento representa
un gran desafío y, para lograrlo, es preciso recurrir a diversas competencias gerenciales
como (Gómez Mejía et al., 2003): habilidades de negociación para obtener recursos
que son controlados por otros individuos; habilidades de trabajo en red para recopilar
información y construir alianzas, se trata de redes personales y de negocio, y habilidades
de liderazgo para proporcionar a los demás una visión compartida sobre unos objetivos
comunes.



Comentarios