LAS HUMANIDADES Y LAS UNIVERSIDADES

 LAS HUMANIDADES Y LAS UNIVERSIDADES 


Martha Nussbaum (2010) ha escrito sobre la importancia de las humanidades para la educación; de su abandono en una sociedad como la nuestra, en la que la mayoría de los esfuerzos de las instituciones universitarias están centrados en contenidos o habilidades financieras o de sofisticación tecnológica. 

Muchos padres de familia y empleadores les dan preferencia a los estudios en áreas supuestamente duras o prácticas, como la administración o las ingenierías, desdeñando el estudio de las artes, de la filosofía, de las humanidades y de ciencias físicas y sociales. Esto último es muy importante, pues Vásquez (2013) sostiene que la crítica a esta postura formativa de los centros de educación superior se torna más severa si, como lo ejemplifica la filósofa norteamericana, tiene el aval de las familias que esperan, antes de cualquier cosa, que sus hijos aprendan algo útil y no anden perdiendo el tiempo en asuntos como la música, las artes escénicas o la literatura. Pareciera que toda la sociedad se hubiera puesto de acuerdo en ir desapareciendo estas materias de los planes de estudio de la mayoría de las profesiones. 

Es significativo señalar que las humanidades son importantes en la formación de estudiantes universitarios ya que aportan saberes al desarrollo de la sensibilidad, la fraternidad y la imaginación; y no son la ornamentación de una disciplina sino la parte constitutiva de un proyecto formativo. Coincido con Vásquez (2013) en lo siguiente: En primer término, las humanidades flexibilizan el espíritu y dan un carácter plástico al pensamiento, hacen más apto al profesional universitario para entender la variable condición de los hombres, la no siempre evolución lineal y uniforme de sus semejantes. En segunda medida, las humanidades presentan un horizonte más amplio de los problemas esenciales del hombre. El ser humano se muestra integralmente, con sus variadas manifestaciones, con sus pasiones y sentimientos, con sus miedos y posibilidades. Una tercera bondad es la facilidad que tiene el arte (una novela, una película, una sinfonía) para tornarnos solidarios con otro semejante. Las humanidades son como un espejo a partir del cual podemos reconocernos y aprender a “estar en los zapatos de otro individuo”. Un cuarto beneficio, es el papel de las humanidades para poner en contacto a los estudiantes con las habilidades argumentativas. Las humanidades son definitivas en el aprendizaje de las capacidades razonadas de comunicación, en los juegos de lenguaje necesarios para participar como ciudadanos en decisiones políticas o tener herramientas lingüísticas para defender un proyecto o reclamar un derecho sin acudir a la violencia física o la intriga arbitraria. 

En las últimas décadas se ha tomado conciencia de que nuestro país necesita de un nuevo profesional por ello, “la universidad necesita de saber humanístico, saber que gira en torno a la persona humana: su conducta, sus creencias, su expresión individual, su existencia…la misión de las humanidades es ayudar a construir y trasmitir más entendimiento y comprensión que conocimientos” (Contreras; en línea). 

Cifuentes (2014), afirma que la universidad ha de proporcionar los elementos necesarios para una formación más humanista y en este contexto, “una tarea urgente de las humanidades es la construcción del humanismo para que en el futuro profesional que se educa en ellas conduzca sus esfuerzos al mayor beneficio global en lo político, económico, social y cultural” (Contreras; en línea), toda vez que las humanidades han de despertar el amor al saber no como aprendizaje de un oficio o de muchos conocimientos prácticos, sino como el interés por lo humano. Las humanidades se constituyen en la piedra angular del estudiante universitario y en una herramienta para el profesional integro a fin de que esté pueda ubicarse en el contexto de una sociedad contemporánea más justa, pero que él actué con espíritu crítico, analítico, argumentativo y propositivo y le cumpla a la sociedad en su transformación a una más humana. 

Concuerdo con Cifuentes (2014) en que las humanidades han de regresar a las universidades públicas y privadas, a los planes de estudio, a las aulas de clase para su reflexión, a la vida de cada estudiante en pro de su ejercicio como futuro profesional, en la medida “que volver a las Humanidades es volver a vivir, con esa verdadera vida, la única que a la postre en este mundo, y la que construye una preparación magnifica para la del otro mundo la vida intelectual” (Mejía; 1990: 13). En la medida que las ciencias humanas que acogen a las humanidades, vuelvan a tener su lugar se restablecerá la dignidad del ser humano y despertará del letargo de la deshumanización.



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