LOS PROBLEMAS REALES DE LA ENSEÑANZA ¿FORMACIÓN HUMANÍSTICA A LOS INGENIEROS?
No sé si voy a hablar exclusivamente de ingeniería, por prudencia no hay que hablar sólo de ingeniería. Cuando me dijeron que el tema central era la formación humanística de los ingenieros, pensé: “Les voy a dar el avión”, ya que en esta frase cabe todo y cualquier cosa. ¿Quieren qué les hable de la especialización y de la necesidad de salir de esta extrema especialización?
¿Quieren que les vuelva a decir que tenemos ingenieros analfabetas y que se necesita introducir en la formación de los ingenieros algo de antropología y filosofía?
¡No!, no es mi intención, porque tampoco los antropólogos, filósofos y sociólogos son muy cultos. Tenemos ingenieros y médicos muy duchos en su campo y absolutamente analfabetas en todo lo demás; también tenemos “humanistas” no tan duchos en su campo, pero absolutamente analfabetas en otros conocimientos.
Hace mucho que se realizó el divorcio entre los dos campos del saber. Yo lo ubicaría desde el Renacimiento. Antes de esta época, los ingenieros eran generales, eran los generales que cuando el ejército avanzaba y se necesitaba construir un puente para seguir avanzando, ellos eran los ingenieros, y como eran generales se transformaban en constructores militares; es decir, eran hombres de Estado.
Entre los humanistas, el filósofo era, obligatoriamente, astrónomo y médico, y los nombres que tenemos en la historia ilustran este conocimiento amplio de las cosas que han pasado. El campo del saber se ha ensanchando tanto que ya no es posible, en una misma vida, saber tanto, y alguien que pretenda saberlo todo ya no puede vivir en esta época.
La división entre los saberes empezó sin que hubiera divorcio; el divorcio se consumó en el siglo XIX. Luego, durante los últimos 50 años, heredamos de la escuela americana la ruptura absoluta entre el mundo del conocimiento científico y tecnológico y el mundo del saber “blando”. Pero si pensamos un poco más, nos damos cuenta que la gran filosofía no se hace en los gabinetes de filósofos; hoy la gran filosofía se hace en los laboratorios que trabajan genética, en los observatorios que estudian el cielo; es decir, los astrofísicos. Los que estudian filosofía, si bien les va, se transforman en maestros en filosofía, no más; no son filósofos. La gran pregunta sobre el mundo no la hacen los filósofos, la hacen los científicos.
Desde la primaria, los instrumentos del pensamiento ya no se manejan y en educación superior recibimos gente que no sabe pensar. ¿Qué podemos hacer? No se trata de “enchufarles” y darles clases de sociología y antropología. ¡No se trata de eso! Las reglas de la no contradicción el uso de la lógica: causa-efecto. Eso que a los de mi generación, en la escuela francesa nos enseñaron en primaria, ya no se usa y tenemos gente de 25 años e incluso de 40 que no saben usarlo y pueden ser realmente muy duchos en computación y en otras técnicas, pero no saben lógica. No es un problema de clasesitas de historia. No puedo identificar en qué época se ubica el derrumbe de la educación en México, pero es un derrumbe que viene desde muy lejos: de la primaria y de la pre-primaria. A esto hay que agregar la incapacidad de pensar a largo plazo, y eso no es un asunto mexicano. Es un asunto de civilización, es la incapacidad de pensar en tiempos largos.
Algo sabemos de historia. ¿Se acuerdan de la mayor imbecilidad en la historia? Fue la que cometió Napoleón Bonaparte cuando vendió Louisiana para financiar su expedición a Rusia. Lousiana era la región de mayores cultivos en América del Norte; ocupaba todo el curso del Missisipi. El problema se manifestó en el síntoma de una relación difícil entre la memoria, como tesoro del pasado, y el futuro.
Si hay un problema al inicio del siglo XXI, éste es la pérdida de la memoria histórica. Me dirán que internet pone a nuestra disposición algo así como la memoria total de la humanidad. Durante siglos nuestra cultura se definió por una acumulación ininterrumpida de los conocimientos. Hemos aprendido el sistema solar con Ptolomeo, luego con Galileo, después la ciencia de Kepler; pero la historia de las civilizaciones es una sucesión de “agujeros negros” donde desaparecieron toneladas de conocimientos. Los griegos han sido incapaces de recuperar los conocimientos matemáticos de los egipcios, lo que causó el florecimiento de los ocultismos que se basan en la idea de la recuperación milagrosa de los antiguos saberes perdidos y esas mafufadas. Luego el medievo perdió toda la ciencia griega, la mitad de Aristóteles. En cada época se ha perdido una parte del conocimiento. A veces se pueden recuperar algunos fragmentos del saber perdido. La mayor parte de las veces quedamos impotentes; no recuperamos nada.
La memoria social y cultural tiene por función fincar, no conservar. Nos lamentamos, por ejemplo, del extravío de las matemáticas mesopotámicas. A veces hay censuras, no como en la Inquisición, ni como Stalin, tampoco como los sectarios de la política de Lili Coret, porque la posición de la memoria individual o colectiva es filtrar, no inhibir. Hay que recuperar la nobleza de la palabra inhibir: la cultura está hecha de memoria y de olvido, un equilibrio difícil. No hay sobrevivencia sin memoria. Las sociedades siempre han contado con la conservación de la memoria, empezando por el papel del viejo de la tribu que transmitía las leyendas a las jóvenes generaciones; es así como el grupo mantenía su identidad.
Cada civilización encuentra su identidad cuando un gran poeta compone su mito fundador; y cuando en una sociedad, una censura borra una parte de la memoria, hay crisis. La memoria se encuentra amputada, allanada.
El inconsciente es un basurero al que se lanza lo que no sirve de inmediato: la cultura, la sociedad. Hacen lo mismo el Internet o la web, que son inventos cúneos. Hasta ahora la sociedad técnicamente ha filtrado, en lugar de nosotros y a través de los manuales y las enciclopedias puestas en la web, donde todo es saber, todo es información posible, aún la menos pertinente está a nuestra disposición; la cuestión es saber quién filtra. Imaginemos que estamos buscando información sobre el cultivo del café y que quien infiere mi intención mediante un programa de cómputo, me da la lista de 14 millones de sitios donde se utiliza la palabra café, nuestra sociedad se prepara para tener una cabeza electrónica construida sobre el modelo de la cabeza de “fons” (funes, en sentido de diversión) el memorioso; así, la incapacidad de filtrar es la incapacidad de discriminar. Entendemos que 14 millones de sitios son igual a cero. No podemos escoger. Esta memoria que contiene todo, es nada. Hemos agrandado nuestra capacidad de acumulación de la memoria, pero aún no hemos encontrado nuestro parámetro de filtración.
Hay que crear un arte del olvido. Es imposible cambiar de táctica para olvidar, porque es imposible olvidar involuntariamente. Hace falta, en las artes mnemotécnicas del Renacimiento, un capítulo sobre medios y formas de olvidar. ¿Por qué es importante? El olvido es un acuerdo involuntario que puede ser facilitado por el exceso de información; el olvido depende del azar, no puede ser programado. Debemos tener moralidad frente a la web.
No disponemos de una regla para olvidar lo que no merece ser conservado; sólo disponemos de algunos medios de selección, en la medida en que estamos intelectualmente preparados para enfrentar la prueba. Espero haberme explicado con este ejemplo imaginario. Otro ejemplo: necesito información y busco en la web información increíble sobre Kant. Si tengo una buena capacidad filosófica será fácil de eliminar a fanáticos, a idiotas, a sitios que producen información que puede ser de nivel primario y mediante algunos porqués y para qués, selecciono unos 10 sitios, porque tengo detrás de mí una vida de estudios. Los demás, los inocentes que buscan en la web lo que hay que saber sobre Kant, estarán más perdidos que el chico pueblerino quien, en la casa del cura, sólo encuentra una vieja historia de la filosofía, escrita por un jesuita del siglo XVIII. Si los dejo a ustedes, ingenieros, en la web para buscar el pensamiento de Kant, serán como el chico pueblerino; no sabrán nada, pero también pueden vivir sin Kant. Esto es sólo un ejemplo, cualquier cosa.
En ausencia de un partido político o de una iglesia, la gente recurre a las sectas para encontrar una autoridad. Frente a una información total de los “nets”, cada quien tiene una opción. Antes existían opciones privilegiadas: la opción católica, la opción marxista, la opción reaccionaria; tendría que conocerse de qué manera la opción es seleccionada según si el texto de referencia fuera la Biblia o el Capital; ahora cada quién hace una opción totalmente impredecible. Con seis mil millones de habitantes en la tierra, tenemos seis mil millones de opciones ideológicas. Los resultados son identidades sin mediación de grupo. Yo no sé si una sociedad así tenga alguna capacidad de funcionar.
Los individuos reclaman criterios, jerarquías, nadie en su vida profesional es capaz de construir criterios; esto se hace a lo largo de una civilización, por eso aceptamos el filtro de una memoria colectiva. Imagínense que se nos pida olvidar todo lo que hemos aprendido sobre astronomía. Cada quién, en el curso de su vida, tendría el deber de constituir el Sistema Planetario observando la carrera del sol. ¡Sería insensato! Necesitamos que una cultura precedente haya filtrado estos conocimientos y nos comunique una descripción coherente del Sistema Planetario; no importa que sea errónea, lo que importa es que sea coherente. Hemos vivido tranquilamente durante milenios confiados en el sistema de Ptolomeo. La tierra sigue dando vueltas y no hemos muerto.
También Galileo entendió algo más que nos ha permitido llegar a la luna;
pero hubiéramos podido vivir con un sistema falso a partir del momento
en que fuera coherente, aunque se hubieran hecho críticas marginales y se hubieran agregado episitios. Sería imposible pedir a cada ser humano
construir un sistema así en el curso de su vida. Hoy, aún si se diera a cada
uno de nosotros la totalidad del saber, aún si imagináramos que en
medio de este laberinto cada quien fuera capaz de constituir su propia
memoria, tendríamos una sociedad de seis mil millones de lenguas
diferentes.
También voy a decir algo muy cruel para los autodidactas. Se pueden
encontrar verdaderos genios entre ellos, pero siempre les falta algo: la
fuerza de la educación regular con sus filtros, situar los conocimientos en
la medida que los absorbemos. En la Torre de Babel hay personas que
hablan 70 lenguas diferentes entonces la web va a producir millones de
enciclopedias diferentes. ¿Qué es lo que hacen los negacionistas, los que
niegan los crímenes nazis? Relacionan, de manera personal, todos los
elementos de información que circulan en la enciclopedia histórica,
desechan algunos, resaltan otros y hacen su propio “menjurje”. Si se
siguen criterios colectivos, esta lógica perversa podría volverse la lógica
de la web: cada quien produciría sus propios criterios para seleccionar la
información. Es la historia a la carta. El día que desapareciera toda norma
común por que cada quién pudiera inventar su propia lectura de los
eventos históricos y científicos, no quedaría ni una base común para dar
razón de nuestra aventura colectiva. Esto ya está pasando. Si ustedes
escuchan radio, ven programas de señoras que al medio día que hablan
de Física Cuántica, sin saber. Son señoras que no pasaron de la tabla de
multiplicación del seis (porque después ya es difícil) pero hablan de
Cuántica para justificar cualquier idiotez.
Es exactamente lo que quiero decir: se borran los criterios colectivos y se
establece la lectura a la carta. Surge, además del almacenamiento, la
observación de una memoria cada vez mas pesada y nos dicen: “es la
libertad”. Y no se puede hacer censura en internet.
¡Espérense! Supongamos que se lograra amaestrar una memoria estándar
accesible, una enciclopedia de enciclopedias, ¿Cómo conservarla? ¿Bajo
forma de libro? ¡No! Hubiera sido posible en la época de los
Enciclopedistas en el siglo XVIII, pero no después, hacia la mitad del XIX,
cuando se dejó de fabricar el papel con trapo y se empezó a fabricarlo a
partir de la madera. Allí surge el problema del factor de acidez del incunable impreso en el siglo XV y que hoy está aún fresco. Un libro
actual tiene una esperanza de vida media de 70 años. Las obras de los
cuarenta y cincuenta están en pedazos. ¿Cómo salvar la información?
Con los microfilms es muy caro. Habría que fotografiar página por página
y hay bibliotecas que tienen millones de libros que jamás podrían filmar
todos los libros. Habría que hacer una selección. ¿Quién haría la
selección? ¿Cómo sería escogido el comité encargado de la selección?
¿Quién se atrevería a decir que López sobrevivirá y Pérez será eliminado?
La verdadera selección de la memoria sigue el ritmo de las generaciones.
Es una sociedad entera que discute, que decide qué es lo que debe
sobrevivir; la acumulación de todas esas memorias servirá para conservar
quizá algunas referencias.
No caer en la ilusión de la novedad absoluta; jamás habrá novedad
absoluta. Si nos proponen de golpe una nueva visión del mundo que lleve
todo el conjunto del saber sobre su globalidad, seríamos incapaces de
asimilarlo. El conocimiento es conformista, no es revolucionario; posee
cambios discretos, guardando el criterio en el equilibrio. La fase
innovadora debe siempre integrarse con la parte conservadora. Al inicio
del siglo XXI tenemos el sentimiento de un cuestionamiento general de
todos los saberes heredados de siglos precedentes. Las sacudidas son
considerables y nos preguntamos si tenemos más dudas que en otros
siglos. Algo tenemos de historia. El hombre del siglo XVII tenía
muchísimas dudas; lo que pasa es que esta desilusión afectaba a una
pequeña clase de sabios e intelectuales. Nuestro siglo no es el único en
haber conocido sacudidas en el edificio del saber, pero nosotros vamos
más rápido. El hombre es lento. Hasta ahora no hemos inventado una
manera de producir un bachiller en menos de dieciséis años. Se necesitan
dieciséis años para que lleguen a bachillerato; la tecnología es rápida, la
ciencia es rápida, el humano es increíblemente lento.
La gente, a veces, no percibe la diferencia, por ejemplo, entre una
“realidad virtual” y una “realidad real”. Hablo de la generación que está
detrás de ustedes, ellos nacieron en lo que para nosotros fue sólo
aprendizaje de madurez. Por ejemplo, un fenómeno japonés: una mujer
que se llama Yoko se volvió una vedette célebre. Yoko no existe, ha sido
producida por computadora, juntando elementos que, según se suponía,
eran lo óptimo. Yoko pasa en la tele, habla con otros invitados, es muy popular, mucha gente le escribe cartas; lo virtual no es lo que antaño se
llamaba el imaginario colectivo, porque nadie jamás ha escrito cartas a
Caperucita Roja. Escriben cartas a Yoko. Dicho de otra manera: un ser
mediatizado, un intelectual mediático, ya pertenece a un mundo virtual.
El planeta tuvo millones de años para acostumbrarse a las construcciones
de las abejas, nosotros cambiamos nuestras técnicas cada seis meses. Hay
que negociar. Una sociedad debe determinar un cierto número de
prohibiciones, que son el resultado de largas negociaciones. El principio
central de la negociación es el realismo contra-actual; no son principios,
son necesidades. El principio central es éste. Ahora, aparte de la energía
atómica y de la televisión, todas estas grandes invenciones del siglo XX
son anteriores al siglo XX, son principios fundamentales en los que se
confía, incluyendo la computadora, la radio, la electricidad, la radiación,
la aviación y el automóvil. Desde el siglo XIX tenemos una sociedad
fundada en la tecnología.
La gran revolución de nuestro siglo no es tecnológica, es social; un nuevo
tipo de relaciones entre personas ha aparecido. En el siglo XIX, mientras
se inventaba el avión, el automóvil y la electricidad, las relaciones entre
padres e hijos, entre hombres y mujeres, eran idénticas al Medievo.
Nuestra época ha visto el fin de la esperanza cristiana y luego el fin de la
esperanza laica de un futuro radiante. Emanuel Muñé hablaba de un
optimismo trágico en relación con su posición; esta posición consiste en
lograr pequeñas mejorías sucesivas. ¿Para qué escribir libros si no
sabemos si habrá alguien que los lea en años? Hemos prolongado la
duración de la vida, hemos producido nuevas prótesis. Hoy hay más
espíritus, más formados que antes. Desde este punto de vista, es cierto,
hay progreso, hay crecimiento cuantitativo de los posibles, pero miren lo
que Aristóteles escribió sin tener las enciclopedias y los medios de los
cuales disponemos. Hoy hay una gran cantidad de individuos que
acceden al conocimiento, lo que pasa es que no nos dimos cuenta que el
mayor peligro no es la ignorancia. El mayor peligro es saber poco.
En las instituciones de transmisión no hay paridad, por lo tanto, no hay democracia. La democracia está basada en la paridad. Si no hay paridad, no hay manera de instituir razones democráticas. Aquí la relación se parece a la forma como se firma un testamento: no hay reciprocidad. Yo doy, tú pones. No estoy esperando que me des. Lanzo el testamento y me voy.
Las instituciones de transmisión nunca son revolucionarias, son conservadoras y deben seguir siendo así. Hay que recuperar la nobleza de la palabra “conservador”. No es un insulto. Hay que conservar la literatura, el conocimiento, lo que hemos logrado a lo largo de los siglos. Uno sabe que tiene cincuenta años, va a entregar al recién llegado a este mundo, al joven, lo que no sabe; le va a decir cómo es este mundo que no conoce. Esto es lo que hacen las dos instituciones de transmisión. Repito: no hay paridad, por lo tanto es imposible hablar de democracia. El gran error ha sido introducir el tratamiento democrático en las instituciones de transmisión; es decir, aprender a manejar los instrumentos de pensamiento, aprender a pensar a largo plazo. Creo que somos incapaces de hacerlo, ubicarse en el tiempo largo, el papel de la memoria y del olvido, la inhibición, cuidarse del gran peligro que representa la adecuación al web. La web no es mala, pero representa un inmenso peligro para la adecuación de las cabezas. Los problemas, repito, de no saber ubicar el asunto democrático donde debe estar, haberlo hecho pasar donde no tenía nada que hacer. El problema es la frivolidad conceptual. Construir una sociedad sin pensar en los hombres logra únicamente una sociedad que destruye a los mismos hombres. Me dirán: “la calidad de vida ha mejorado muchísimo”. Yo sé que estoy hablando de una cosa y sé de que están hablando ustedes si me dijeran una frase así. ¡Es cierto! Hace unos siete meses tuve un paro respiratorio; diez años antes no hubiera salido de ese problema. La medicina permitió que pudiera salir, que hable con ustedes y que no se note. Hoy nos preocupa la lavadora, la computadora, los alimentos procesados, la agricultura y medicina.
El promedio de vida para las mujeres es de 78 años; eso es formidable, pero quiero nada más recordarles que somos el único animal que no se contenta con vivir bien, somos el único animal que no soporta la idea de la senectud. A los animales no humanos les duele la muerte de los suyos, lo hemos visto con los perros, los elefantes, con todos los animales. Pero ellos no inventaron religiones, es decir, la idea de una vida después, la esperanza de una vida eterna. Los humanos no aguantamos la senectud, es por eso que inventamos las religiones, los dioses y el mundo después de la muerte. Somos un animal trágico que no soporta su situación. Entonces, cinco lavadoras no me harán feliz, y mientras más sube el nivel intelectual, habrá menos gente insatisfecha porque quieren más. En la inmensidad del espacio y del tiempo quieren más; no lavadoras, no tecnología. ¡No a la ciencia! quieren más. No sabría decirles qué es el “más”, ni siquiera el mayor filósofo va a decir lo que es el “más”, es lo que las religiones antiguas llamaban la parte divina del ser humano. Los que no creemos, no usamos esas palabras; sabemos qué es la insatisfacción oficial.
En mi carro, mientras venía aquí me preguntaba: ¿Qué tipo de gente voy a tener? y me contaron de los ingenieros y el tipo de clases de humanidades que necesitan y ahora lo que quieren que les enseñen es cómo ser líderes. Yo les diría: es muy importante saber cómo ser líder ¡Y se la creen! Esto sería posible si supiéramos manejar, como Dios manda, los instrumentos del pensamiento. No hay que ser genio de la cibernética para darse cuenta que ser líder no implica tomar clases de liderazgo. Éste, el líder verdadero, se impone por la barbarie de su depredación. El deseo de ser líder no viene de las “clasesitas”; eso jamás logrará hacer líderes. Somos animales. El animal es depredador. De la depredación sale el liderazgo. La idea del poder salió de la depredación y eso no tiene nada que ver con el género que quieran.
Si se dan cuenta, esas discusiones de que si las mujeres cuando llegan a los puestos de altura se portan peor que los hombres, son ciertas, pero no se trata de género sexual, se trata de depredación. Eso es típico, es herencia que nos dan, no son “clasecitas”. ¿Quién va a imponer a un Alejandro Magno, a sentarse a una “clasecita” para que un profesor le dé una clase de liderazgo? Le pegaría, lo quitaría del camino y le diría: “yo no tengo tiempo que perder”. Esto es exactamente al revés de lo que le están enseñando. Se pueden aprender algunos trucos de gerencia, no liderazgo. ¡Eso es depredación!
Tenemos una falta de sentido de la civilización; me di cuenta de ello cuando llegué a América. Los que tenemos una educación más del Viejo Mundo, nos damos cuenta que en América se habla más de cultura y en Europa se habla más de civilización. Civilización es lo que queda cuando se hace la evaluación entre pasado, presente y opción al futuro... se le quitan los aprendizajes a un niño, se le agrega el sentimiento de responsabilidad hacia el futuro, es decir, la generación, la actitud generacional y se dice: “ésta es mi construcción” y eso es lo que se convierte en Civilización. Las razas, lo que estudian los antropólogos, los diferentes tipos de vestimentas de las tribus mexicanas, sus costumbres, su música, sus tradiciones, eso es Cultura.
El sentido de la historia es Civilización, la finura humana es Civilización. En cambio, las diferentes comidas regionales y las fiestas, eso es Cultura. Hay una relación de niveles. Hoy está ganando el lado del mundo de las culturas, no el lado que habla de civilización; por eso la frivolidad conceptual de los que hablan y confunden los dos conceptos. Dudo mucho que los profesores de “humanidad” les vayan a enseñar a los ingenieros cómo ser hombres más completos, si no saben manejar estos conceptos. No creo que los manejen, por eso dije desde el principio que humanismo y liderazgo no son un asunto de “clasecitas” de historia o de filosofía. Eso no cambia nada. Lo único que van a lograr es aburrir a los ingenieros si no aprenden a ubicarse en el pensamiento, heredar, desechar saberes, pensar, olvidar, aprender a olvidar, aprender a acumular.
Yo tenía un profesor que me decía: no se necesitan los datos, se necesitan tres o cuatro pertinentes. Ahora ¿quién dice cuáles son los datos pertinentes? No la web. Yo, el profesor, te voy a enseñar cuáles son los tres o cuatro datos pertinentes, te voy a enseñar a jerarquizarlos, porque los cuatro no son del mismo nivel, eso tampoco lo hace la web, lo hace el profesor. Finalmente, les pido perdón por cambiar el título de esta conferencia y de este Congreso, pero se debe al propósito de ubicarnos en los problemas reales de la enseñanza.
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